El TSJ de Madrid ha confirmado en una sentencia que Islas Airways infló su facturación para cobrar 7,5 millones de euros en subvenciones a la residencia, en la mayor estafa hasta ahora detectada en el transporte aéreo. La sentencia confirma la decisión de Aviación Civil, adoptada hace unos años, de retenerle a Miguel Concepción el pago de 4,5 millones de euros en subvenciones a la residencia y le exige la devolución de otros tres millones cobrados indebidamente. Cuando Concepción cerró Islas Airways y declaró concurso en Traysesa, alegó que tuvo que hacerlo precisamente porque se negaban a pagarle esas subvenciones, que ahora se ha demostrado procedían de facturaciones fraudulentas. Lo cierto es que las empresas de Concepción fueron llevadas a la ruina por una gestión poco cuidadosa, a pesar de que el Gobierno de Canarias siempre tuvo un extraordinario interés en favorecerlas. De hecho, el propio Gobierno intentó negociar una salida para el empresario y dio instrucciones a sus empleados para usar Islas Airways en sus desplazamientos, como bien saben tantos funcionarios de esta región.

La ascensión y caída de Miguel Concepción resulta un capítulo más de la crónica apresurada del paulinato, una época que arrancó antes incluso de la llegada a la Presidencia de Rivero, ese personaje al que ahora nos presentan como ecuánime, generoso y conciliador... Concepción se convirtió en menos de una década en el empresario de cámara y referencia de Rivero: el hombre que representaba al nuevo empresariado, ambicioso hasta el paroxismo, con excelentes relaciones con el poder, y siempre dispuesto al servicio de sus amigos políticos. No en vano Concepción, enriquecido gracias a la licitación sistemática de obra pública y asfaltado de carreteras, beneficiario de créditos importantes y muy arriesgados de la extinta CajaCanarias, pagó con creces los favores recibidos haciéndose cargo de una compañía decrépita -Islas Airways- muy vinculada a amigos de Rivero en su gestación y primeros años, y con la que el presidente quería apretarle las clavijas al monopolio de facto de Bínter. También el aterrizaje de Concepción en el Tete fue una operación de Rivero, orquestada en los tiempos previos a la crisis, cuando Rivero creía poder pagarlo todo y controlarlo todo desde La Ermita de El Sauzal. Ahora, el futuro de Concepción es sólo el reflejo oscuro de un momento de embriaguez y gloria, en el que se pensaba que gobernar era cuestión de dinero y pelotas. La crisis disolvió esas expectativas: al empresario del milagro, el referente del paulinato, sólo le queda felicitarse por los éxitos deportivos de un equipo que ahora entregará a su verdadero dueño, Paulino Rivero. Pero antes tiene que devolver los tres millones que se embolsó en una estafa que además nos obliga todavía a enseñar un salvaconducto de indígenas cada vez que cogemos un avión.