En la pasada final de la Copa del Rey, de fútbol, en la que confrontaban sus fuerzas dos equipos representativos de dos Comunidades del Estado con pretensiones independentistas, para obtener el preciado trofeo que llevar a sus vitrinas, otra vez se dio el lamentable espectáculo de una gran pitada al himno nacional y con ello al Rey allí presente, que es a quien el himno nacional rendía honores ¡Intolerable! Pero se sigue tolerando ¿Por qué? Voces independentistas, y otras que no lo son, vienen manifestando en los medios de comunicación que lo acontecido aquel día es asunto de libertad de expresión y por tanto, como tal, se debe tolerar.

El artículo 20 de la Constitución dice literalmente: "1. Se reconocen los derechos: a) A expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción" ¿Es un "medio de reproducción" un pito, miles de pitos? Yo creo que no. Y me supongo que los redactores de la Constitución tampoco lo contemplaron. Sin embargo, uno de los defensores de que aquello fue un acto de libertad de expresión fue el presidente de la Generalitat de Cataluña, don Artur Mas, que además sonreía feliz mientras la pitada se estaba produciendo. Y él junto al Rey. Ante esa imagen, y de conformidad con su criterio de libertad de expresión, yo me podría acoger a él y decir que el señor presidente de la Generalitat de Cataluña es un fuerte mentecato. Pero no voy a hacerlo porque don Artur Mas es el presidente de una Comunidad del Estado español, elegido en su circunscripción en su día por gracia de la Constitución. Y como tal merece un respeto. Respeto que él no muestra hacia el Rey ni hacia los símbolos del pueblo español en su conjunto.

Yo, que juré la bandera en su día con pleno conocimiento y convencimiento de lo que hacía, me he sentido ofendido el otro día y las veces que se han dado las mismas circunstancias; o por la quema de banderas; o por la ocultación de la bandera de España en instituciones públicas. Juré la Constitución, con pleno conocimiento y convicción, cuando accedí a concejal de Santa Cruz de Tenerife en 1983. Y me ha dolido ver, a lo largo del tiempo transcurrido, cómo políticos que han hecho el mismo juramento o promesa se la han ido poniendo por montera sin que se hayan aplicado medidas correctoras de tales actitudes.

La "libertad de expresión" no puede proteger el acoso y el desprecio a los símbolos del Estado, de España, de los españoles en cualquier Comunidad.