Los del mes de mayo respecto al empleo. 118.000 personas más ocupadas es un dato positivo para la recuperación de la economía, ya todos ellos concurren al consumo, básico para mejorar y contribuir al crecimiento. No son para tirar voladores, ni para hacer sonar las campanas, pero si dan algo de esperanza, y como dijo Rajoy, no hay que bajar la guardia, y sí continuar luchando y trabajando para mejorar día a día.

Lo triste es que de inmediato le han saltado a la yugular la izquierda y los sindicatos con el consabido lema de trabajo precario y coyuntural. El dogmatico representante del Partido Socialista no pierde la oportunidad para atacar al presidente y ponerlo de vuelta y media, olvidando lo esencial, que fueron ellos los causantes de esta terrible situación que seguimos padeciendo y a la que aún le queda tiempo que sobrellevar. En cuanto a los sindicatos, mejor es no hablar, cada día están más anclados en la época de la lucha de clases, y tampoco son capaces de ayudar a mejorar la situación, sobre todo porque su cantinela ya no es creíble y dan bastante pena, teniendo en sus filas personas que son auténticos vividores, orondos y gozosos de su bienestar personal.

La población debe asumir que la situación ha cambiado y que por mucho que quieran el mercado laboral deber ser planteado de distinta manera, donde ya no existe seguridad de encontrar un puesto fijo y bien remunerado, pues ni tan siquiera en países como Alemania o Inglaterra, donde las tasas de paro son mucho más bajas, nadie tiene el trabajo asegurado. Dicen que ahora los nuevos contratos en España son precarios, y no niego que los haya, pero no creo que sean todos. Siguen habiendo contratos temporales, algunos de pocas horas al día, lo que obliga al trabajador a buscar otros empleos para poder sobrevivir, y pagar alquiler y manutención, pero siempre cubiertos por una Seguridad Social que es gratuita y buena. Muchos de esos puestos siguen ocupándoles inmigrantes, pero ocurre igual en otros países, donde no se atan los perros con longaniza, hay que luchar, y solo pensar en tener una vivienda propia es un lujo.

No digo que sea justo, pero creo que es mejor estar ocupado y cotizando que pasarse el día jugando a las maquinitas en los bares. La situación podría mejorar si la picaresca española no hubiera hecho saltar por los aires la economía sumergida, y muchos de los apuntados en el paro siguen tratando de encubrir que subsisten de ese manera, algo que también ocurre en otras naciones, Italia es un ejemplo.

Hace mucho tiempo que pregono que en época de crisis la primera medida eficaz es la reducción de emolumentos de políticos, asesores, y funcionarios de alto nivel. Si hubieran recortado un 30% sus sueldos desde el principio, el reparto hubiera sido más equitativo, y la clase media y baja podría haber recuperado su poder adquisitivo mientras las altas apenas lo notarían. Es hablar por hablar porque ya han demostrado que nadie quiere perder sus prebendas, ni los que están afianzados en sus poltronas, ni los nuevos, los que dicen que solo admitirán salarios de 1.900€ al mes. La propuesta se quedará en agua de borrajas, y cuanto lleguen a sus asientos se apuntaran al carro del bienestar, está en la idiosincrasia de los españoles.

No sé si este comentario con ayuntamientos y cabildos formados, pero sí que las cuotas de poder se han puesto caras y nadie quiere perder protagonismo, aunque ser político ya no sea una perita dulce. Para firmar cualquier documento ahora deberán estudiarlo con lupa, pues un error involuntario puede ser constitutivo de delito. La administración se ha vuelto exigente, y cualquier tipo de gestión va a costar tiempo y estar al día con la tecnología. Volvemos a épocas de acusicas que por menos de nada te echaban los papeles para atrás o te ponían en evidencia.

Las composiciones de las instituciones serán complicadas, teniendo en sus filas gente tan dispar con ansias de poder y criterios tan alejados unos de otros. Recuerden al rotundo fracaso del tripartito catalán. La historia de España no ha servido de experiencia, y los odios y rencores siguen alimentándose, empezando desde los propios medios de comunicación.

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