Saber cómo acabará en Canarias la película de los pactos es tarea más propia de pitonisa que de periodista. Son demasiadas las fuerzas en liza, y las posibilidades que existen se multiplican por cosas tan peregrinas como que un concejal de un pueblo pequeño le tenga tirria al que debe ser alcalde. Pero aún siendo imposible dar un veredicto completo, es bastante más fácil detectar las fuerzas que se mueven en este complejo sudoku.

Por un lado, están las direcciones regionales de Coalición y el PSOE, decididas a cerrar ese acuerdo pase lo que pase, primero porque suma más y mejor que un acuerdo con el PP, y también porque –a pesar de que los sondeos postelectorales apuntan a una leve recuperación del PP y un desfonde de Ciudadanos, incapaz de comprometerse a nada-, parece claro que las izquierdas sumaran casi el doble que las derechas en España.

Pero por debajo de las direcciones de Coalición y el PSOE, por debajo del candidato Clavijo y del dueto Patricia Hernández-vicePérez, fluye con insistencia una rebelión de cuadros intermedios, candidatos y candidatables, que a veces parece puro "postureo" y otras no lo es. Por ejemplo: el presidente del Cabildo tinerfeño está bastante callado. Pero quienes le conocen saben que hasta el moño del entendimiento con Aurelio Abreu, con el que sólo se entiende porque no le queda más remedio, pero de quien cree que ha montado una agencia de colocación a sus espaldas y con cuya forma de llevar los asuntos sociales no está en absoluto de acuerdo. Y además está el asunto del creciente poder municipal del PSOE en Tenerife, que ha conseguido clavarle un par de rejones de fuego a Coalición en feudos tradicionales. La caída nacionalista en Arona y La Laguna, por ejemplo, en Coalición la llevan muy mal. Otro que no quiere un pacto con el PSOE es el alcalde Bermúdez. Probablemente el numerito que ha organizado estos días es táctico, para obligar al otro Abreu (Javier) a bajarse del carro en La Laguna. Pero aunque esté actuando de acuerdo con un guión autorizado, lo cierto es que preferiría sin dudarlo un pacto con el PP, más seguro y menos costoso. Y en el PSOE pasa lo mismo: tienen problemas (aunque menos) en La Palma, y Abreu (Javier) juega con la ventaja de que su acuerdo se ha de producir después de los demás, gracias a la oportunísima impugnación de un par de mesas electorales por el doctor Alarcó. Espera Abreu por si tiene suerte y el pacto se rompe. Y así anda de revuelto el patio. Con algunos avances y algunos escollos, mientras el PP intenta liarla todo lo que puede. Lo más probable es que al final se enderecen las cosas y haya un pacto en cascada Coalición-PSOE con algunas excepciones calibradas. Porque en política, como en el resto de las cosas de la vida, al final ocurre casi siempre lo que parece que va a ocurrir. A veces con más nervios. Y con muchos en algunas ocasiones.