Pues eso: toda ruptura precisa de un relato. El relato de esta lo hizo ayer José Miguel Ruano, poniéndole nombre de película de Spielberg: Breña Alta, detonante de todo, es un símbolo. Una alcaldía en un pequeño municipio de siete mil habitantes, en el que un descontrolado del PSOE se negaba a entregar la vara de mando a Jonathan Felipe, jefe de las juventudes nacionalistas y valor coalicionero en alza frente al círculo de la gerontocracia palmera. Para salvar al joven Jonathan, Coalición ha sacrificado el pacto regional. No es una cuestión de votos, sino de principios, dice Ruano, una operación destinada a levantar los ánimos de un partido roto y a demostrar que los nacionalistas tienen alma de marines: Semper Fidelis, no se abandona nunca al compañero caído.

Como discurso es bueno de cajones (con perdón), pero yo no me lo creo. Se lo dije ayer a Ruano cuando el hombre vestía el uniforme de "Hermanos de sangre". La verdad es que me cuesta imaginarme a Coalición poniendo en riesgo el poder regional por un cuate, por muy prometedor que sea su carrera. El ejemplo del soldado Ryan es luminoso y épico, pero poco creíble en un contexto de pactos roñosos y marrulleros, que es a los que nos ha acostumbrado el personal. El ejército USA hizo bien en jugársela para rescatar al quinto Ryan. Pero nunca habría pactado a cambio de su salvación con el enemigo. "Para salvar a Ryan, a cambio pactamos con el nazismo", esa sería una película muy distinta a la de Spielberg.

Esta película, la que nos ocupa, es la de un tipo increíblemente frío y listo, el mismo que se merendó a Paulino Rivero sin alharacas, y que -después de las elecciones, con los resultados en la mano- llega a la conclusión de que el futuro gobierno de las izquierdas en La Moncloa no es tan seguro como vaticinaban los sondeos, y que al PP le queda capacidad de aguante y electorado de reserva. A ese tipo frío y listo, Fernando Clavijo, no es que Jonathan-Ryan se la traiga al fresco, pero lo que le ocupa y preocupa es no tener después de las elecciones de noviembre al enemigo enfrente. ¿Para qué pactar con el PSOE y condicionar cuatro años de legislatura si el PP se ofrece servicialmente a dejarle gobernar en solitario? Y le resuelve además el problema de La Palma y cuatro o cinco asuntos peliagudos más. Al tipo listo y frío le tienta la idea. Pero no quiere dejar colgado a su hombre en La Laguna, y el PSOE tiene allí la llave. Gana tiempo pidiéndole al siempre disciplinado Bermúdez que haga de espejo de Javier Abreu: "si la lía, líala. Si convoca a las bases, haz lo propio". Y mientras, Carlos Alonso mantiene el Cabildo tinerfeño en ralentí. Ganando tiempo para que en La Laguna se tantee una salida sin Javier Abreu. Así está el patio. Esto es una negociación. Y mañana puede ser justo la contraria. Pero lo del soldado Ryan -que me perdone Ruano- es una explicación bastante chafalmeja.