Primero fueron unas cuevas acondicionadas para pasar algunas épocas de verano o para descansar. Después, el dueño de los terrenos comenzó a vender parcelas en las que, con licencias para cuartos de aperos, sus compradores empezaron a levantar "cuatro paredes" que fueron dando paso a auténticas viviendas, hoy amparadas por determinadas autorizaciones.

Eran los años sesenta del siglo pasado cuando Bajo la Cuesta empezó a ser un lugar atractivo para los candelarieros procedentes de Igueste, especialmente. Sería allá por el año 1981 cuando ya se formalizaron los primeros documentos que amparaban las propiedades del suelo y de las casas.

Bajo la Cuesta es solo una calle. Eso sí, al borde del mar, del que la separa un área ajardinada creada y cuidada por los vecinos del lugar. También tienen una plaza. Curiosamente, la última obra realizada en el barrio fue el adecentamiento de este espacio, y lo hizo el Ayuntamiento de Candelaria. Ese cuyo exalcalde, José Gumersindo García, se guardó dos semanas (hasta pasadas las elecciones) una comunicación a los vecinos, cuentan estos. Esa comunicación se refiere a que tendrán que ser desalojados porque un informe externo (encargado por el mismo exgobierno local) dice que hay riesgo de desplome en el talud. Nada nuevo bajo el sol, que dirían los habitantes del lugar.

"Y ya ves cómo está la calle. Necesita un poco de asfalto desde hace años". Lo mismo que la carretera de acceso a Bajo la Cuesta. La primera fue realizada por el Ayuntamiento de Candelaria con el apoyo financiero de los vecinos; la segunda la realizó Endesa (empresa entonces llamada Unelco). Hoy es una vía que necesita una reparación urgente, más seguridad y el asfaltado del tramo al paso por el cauce del barranco que delimita el barrio de la central eléctrica, en Caletillas.

La historia de este barrio la han escrito los vecinos. "Aquí llegó primero el teléfono que los servicios municipales y los esenciales". O sea, la luz y el agua. Hoy cuentan con ello, pero la limpieza del barrio la hacen los residentes. Los mismos que cuidan los jardines. Las fiestas también las hacen ellos en honor de la Virgen del Mar. No falta, por supuesto, la capilla para venerar la imagen de su patrona. Y tienen algo que llaman la cancha, o sea, el lugar en el que practican deporte.

El futuro de Bajo la Cuesta es incierto. Saben que hay pendiente una decisión judicial que marcará su destino: "O nos quedamos o tenemos que marcharnos, lo que sí está claro es que solo nos iremos si lo determina un juez. Nadie más. Al menos, yo". Lo dice y reitera Antonio Oliva, el presidente del colectivo vecinal. Manifiesta su sentimiento de impotencia pero, al tiempo, el ímpetu por mantener la lucha "en beneficio de todos nosotros, de los que estamos y de los que estuvieron. Llevamos medio siglo aquí y nunca ha pasado nada grave". Bueno, sí. Alguna vez se quedaron incomunicados por causa de algún temporal de lluvia. Cruzar el barranco de la central eléctrica no siempre es fácil ni posible. Pero ese es otro problema.

El mismo que el de la propiedad del suelo en la trasera de las viviendas. Además de un particular, afecta a la industria de la Villa Mariana: la eléctrica.