Lo lamento, lo lamento al máximo, de forma exponencial. Lo lamento mucho por todos aquellos que, asidos a última hora a la fórmula salvadora de la política local (de forma directa o indirecta, que los dos modelos me valen para dar holgura a esta perorata), han visto cómo la opción de disponer de un salario seguro, al menos en el próximo cuatrienio, se les ha ido al traste.

Lo lamento de veras, y no es coña. Lo digo sin ironía, sin cachondeo alguno. En especial lo lamento por la tropa que, embarcada en la legítima tarea de gestionar lo público desde la cercanía e invitada a esta partida momentos antes del pitido final, con la promesa de que hay sueldo (sustento) y forma de vida nueva (más ostentosa y sin llegada en bicicleta), ha observado con ojos saltones, en el mismísimo día de la constitución de los nuevos plenos, que la estrategia prevista ha fallado, que todo se ha convertido en mentira, que la apuesta no les ha servido de nada y que ya solo queda la vida en el banco de la oposición.

Pero ¿por qué?, se preguntan. La vida, compañero, la vida; el dictado de las urnas, lo que han decidido los ciudadanos, el mandato de los que votan... La democracia, ¡coño! A ver si aprendes. Y también, más veces de la cuenta, el reflejo de lo que no muestra la voluntad popular. Todo en el mismo pleno.

Lo lamento, lo lamento y casi ya no sé qué decir. ¡Menuda decepción! ¡Fuerte putada! Claro que sí, dígalo así mismo. ¡Desahóguese...! Llore y a la vez piense que, igual más temprano que tarde, aquella promesa ahora incumplida pronto se convertirá en regalo de Navidad o de Reyes, en alegría colectiva por el cambio de manos del bastón municipal. Entonces, ¡zaaas!, que será la vuestra, y todos los que hoy están fuera se verán corriendo hacia el otro lado. Y se cambiarán las lágrimas por las sonrisas. Todo resuelto.

De verdad que lo lamento. Lamento que muchos de forma eventual y otros con total seguridad se hayan quedado con los deditos menudos de los pies por fuera del calzado rimbombante. Lo lamento, como no podía ser menos, e insisto porque ha sido la solución más nefasta servida en el último momento, "in extremis", con risas y fiestas de los oponentes, en el tiempo de descuento y con el delantero goleador, otra vez el de siempre, en fuera de juego. ¡Toma ya!

Lo lamento sin género de dudas; lo lamento con toda mi alma; lo sufro como si a mí algo así me hubiera ocurrido. Me duele en todas mis coyunturas... No puedo más. Que por favor lo resuelvan cuanto antes, que incluso haya un gobierno de emergencia donde eso mismo se produjo, que se justifique tal necesidad y que además se creen tantas áreas como hagan falta, con sus respectivos concejales de carne y hueso y con sus equipos de asesores, también de carne y hueso y con nóminas en ristra. Por favor, que se aparten las lágrimas y que en el consistorio al fin domine la alegría. Todos juntos en la misma faena..., por el pueblo y para el pueblo. Todos agarrados a un cuatrienio remunerado, con la coherencia de poder vivir, de poder seguir enganchado al ubre, con la sonrisa en los labios y la alegría que se presume a los demás, con los besos que van y vienen y con los abrazos y las manos tendidas, sudorosas y estrujadas.

Todo tiene solución en los sueños. ¡Cuánto lo lamento por los que paladearon las mieles del triunfo! ¡Qué pena por lo ocurrido! Primero la alegría que entra en la sede del ayuntamiento, la sonrisa en los labios, y luego la decepción que sale y se fotografía con la gota en la cara, con la lágrima y su gravedad hacia el suelo.

Créanme, ¡sí que lo lamento! Y lo plasmo sin ironías ni cachondeos, con mucho dolor corporal y mental. Lo lamento con absoluta sinceridad, con la máxima devoción y dedicación. Pero, por favor, no se preocupen: trabajen, hagan oposición, saquen todo lo que tienen dentro sí en beneficio del pueblo...

Hagan todo eso con incuestionable eficacia y eficiencia, con poderío e integridad. Háganlo así mismo, pero en ningún momento dejen de pensar cuándo, en qué momento, que para eso esto también es política (a veces más sustento y opulencia, ¿verdad?), darán esa estocada llamada moción de censura.

De verdad que lo lamento; lo lamento con todas mis fuerzas, pero, por favor, no se olviden de que aún hay esperanza, de que todavía queda casi todo el cuatrienio por delante, y si no, el trienio, o lo que haga falta: el trimestre, el mes, los días, las horas...

¡Cuánto lo lamento, malditos demócratas!

@gromandelgadog