Si Javier Abreu no existiera habría que inventarlo: es el único político de Tenerife capaz de defender (a veces al mismo tiempo) una cosa y la contraria, y hacerlo además con absoluta convicción y argumentos sólidos y razonables. Usted dirá que eso no puede ser, que la verdad es una y solo una. Pero eso es una idea antigua: hoy -gracias a la ciencia histórica- sabemos que la verdad es un constructo poliédrico, con tantas facetas como intérpretes. Y Abreu es un intérprete consumado.

El acuerdo firmado con Ciudadanos, que don Javier nos ha vendido como un pacto de Gobierno que le da siete concejales (más de los que tiene Unid@s por La Laguna y los mismos que Coalición), no es tal acuerdo. Es solo el documento-tipo que Ciudadanos exige firmar a los candidatos que piden su apoyo. Y en cuanto a sus aspiraciones a la alcaldía, a mí se me antojan bastante peregrinas: Abreu es un tipo listo, pero los laguneros le votaron menos a él que a José Alberto Díaz y a Rubén Ascanio. Es una pena, pero ocurrió así. Su partido le ha pedido que ponga los votos socialistas al servicio de un acuerdo con Coalición en La Laguna y él contesta que se siente libre de hacer lo mismo que Bermúdez hizo en Santa Cruz. Libre es, y el jaleo de sus bases está ahí, pero la suya no es la misma situación que la de Bermúdez. Bermúdez se pasó por el arco de triunfo las instrucciones de su partido, igual que quiere hacer Abreu, pero había ganado las elecciones, y Abreu no. No quedó ni segundo.

En cuanto al presidente Alonso, aplaudí y aplaudo su criterio de presentar primero un proyecto de programa a los partidos, antes de empezar a repartir sillones. Pero no voy a aplaudir que quiera un Gobierno de concentración en Tenerife, porque al hacerlo lo que está pidiendo es un pacto con la derecha, tan legítimo como uno con la izquierda, y que a él -que fue no hace tanto del PP- seguramente le convence o le conviene más que uno con el PSOE. Pero no es el pacto que ha definido su propio partido. Y él no tiene la excusa de Bermúdez de que con el PSOE no suma. Si don Carlos quiere hacer algo distinto a lo que le manda hacer su partido, en buena lid solo tiene dos opciones: una es dejarlo para la próxima legislatura y presentarse entonces con una Agrupación de Electores. La otra es mirar fijamente al alcaldable Abreu, y esperar a ver si al final incumple en La Laguna y le da la excusa para incumplir él también.

Con la mitad de los ayuntamientos tinerfeños fuera del paraguas regional, y lo mismo el Cabildo, el pacto de Gobierno en Canarias quedaría herido de muerte. Podría firmarse, por supuesto. Pero sería un acuerdo difícil de gestionar. Quizá Clavijo debiera intervenir: no creo que Alonso le desobedezca, y con Abreu tiene "feeling". Pero es que, además, Clavijo tiene el teléfono de Pedro Sánchez. Y un gobierno que funcione quizá merezca otra llamadita más.