Medina y su marido abandonaron Eritrea, el hambre y la represión política en busca de un futuro. Cruzaron el estrecho que separa el Cuerno de África y Yemen, donde se instalaron, y ahora, al estallar el conflicto en el país árabe, han hecho la ruta inversa y vuelven a ser refugiados en África.

Son solo dos de las más de 39.000 personas que han huido de Yemen en los últimos tres meses, de las que 15.000 han llegado a Yibuti o Somalia, según datos de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) y el Alto Comisionado para los Refugiados (ACNUR).

Atrapadas entre el avance de los rebeldes hutíes hacia el sur y los bombardeos de la coalición árabe liderada por Arabia Saudí, más de dos mil personas han muerto tras el estallido de la guerra el 26 de marzo.

El conflicto ha revertido el flujo migratorio de eritreos, etíopes y somalíes que escapaban del hambre, de regímenes autoritarios o del terrorismo y cruzaban en pateras los apenas 30 kilómetros que separan las costas de Yibuti y Yemen.

Yemen era solo el primer paso hacia la tierra prometida de Arabia Saudí, donde los traficantes les aseguraban trabajo y refugio; y Yibuti era el principal puerto de salida para las barcas cargadas de africanos.

Entre 2011 y 2014, el Secretariado para la Migración Regional Mixta, con sede en Nairobi, estimó que más de 364.000 etíopes y somalíes llegaron a Yemen tras cruzar el mar Rojo o el golfo de Adén.

Pero resulta difícil confirmar la fiabilidad de estos datos. La clandestinidad de las rutas hace que nadie sepa realmente "cuántas personas cruzaron con éxito, cuántos fallaron y regresaron o cuántos murieron en el mar", explicó la directora del Instituto de Políticas Migratorias, Kathleen Newland.

Ahora, estos migrantes y refugiados vuelven a África, acompañados de miles de ciudadanos yemeníes que huyen del conflicto sectario en su país.

En aviones fletados por la OIM o en pequeñas barcazas que pagan de su bolsillo, llegan a Puntland, Somaliland o Yibuti, donde se acomodan en campamentos desbordados.

En Yibuti, campamentos como el de Obock se levantan en áreas muy remotas, en medio del pedregoso desierto, donde es difícil encontrar agua y donde las tormentas de arena son frecuentes en esta época del año, causando graves problemas respiratorios.

Se estima que el conflicto en Yemen ha desplazado a Yibuti y Somalia a más 31.000 personas, un número que "sigue creciendo" a pesar de la pausa de los ataques sobre el terreno, lamenta Jason Tado, del Consejo Noruego del Refugiado.

La mayoría son familias: padres y madres con niños que prefieren probar suerte cruzando el mar y en un campo de refugiados sobresaturado, en países todavía tan peligrosos como Yibuti o Somalia.

"Un indicador de lo mal que está la situación en Yemen es que los refugiados están volviendo precisamente a Somalia", donde el hambre y los ataques del grupo terrorista Al Shabab continúan latentes, comenta Tado.

Somalia, que ha recibido más de 14.000 personas, solo mil de yemeníes, ha señalado su incapacidad de acoger a tantos refugiados.

En cambio Yibuti, una vez el puerto de salida hacia Arabia, "mantiene ahora las puertas abiertas" a los nuevos y viejos refugiados que vienen de Yemen, afirma Marie-Claire Sowinetz, del personal de ACNUR desplegado en el país.

Para los etíopes, eritreos o somalíes que han sufrido los bombardeos saudíes y ataques hutíes, este pequeño país del Cuerno de África es un "paraíso seguro".

Muchos de ellos, relata Sowinetz, han pasado hasta veinte años en campamentos en Yemen, un país que "no los trató muy bien". Muchos niños nacieron ahí, y solo conocen ese tipo de vida.

Mientras los yemeníes aún esperan volver en algún momento a su país, los refugiados africanos, desplazados por segunda vez, se preparan para rehacer su vida, de nuevo, en lo que será una larga estancia en los campamentos.