Una mentira, decía Mark Twain, puede dar la vuelta al mundo en lo que la verdad se está terminando de poner los zapatos. En la época de las redes sociales, de Internet, del Whatsapp, el Facebook y el Twitter, la capacidad de metástasis de las mentiras y sus diferentes disfraces -el rumor y el chisme- se ha multiplicado de una forma geométrica.

Para que una mentira prospere es menester que sea creíble. O lo que es lo mismo, que aún siendo mentira pudiera ser fácilmente verdad. Alguien fabricó en su momento la especie de que Fernando Clavijo lo que en realidad tenía previsto era pactar con el PP. El fabulador mataba dos pájaros de un tiro. Por un lado apuntaba a Paulino Rivero como un hombre proclive a entenderse con la izquierda. Por el otro presentaba a Clavijo como un reaccionario asaltante del poder, aliado de la derechona y dispuesto a abrazarse a Soria y los suyos para llegar a la poltrona. La mentira prendió velozmente en el páramo del pensamiento político canario, lleno de una hierba tan seca que se incendia con sólo una chispa.

De nada sirvió que, en realidad, Rivero fuera el que había desechado en numerosas ocasiones a los socialistas canarios (en favor de su partido, todo hay que decirlo) para tirarse en brazos del PP. Y que Clavijo, en cambio, hubiese gobernado durante todo su primer y único mandato precisamente con los socialistas. Que la verdad no sea capaz de estropearnos un buen titular, como decía aquel mal periodista.

Muchos compraron aquella especie, que hasta ayer mismo tuvo fervientes defensores. Ni con mil ratones se hace un camello ni con mil mentiras se construye una verdad, dicen los árabes. Pero no se enteran. Si una falsedad se repite el suficiente número de veces y en los sitios adecuados, la gente terminará creyéndolo.

Después de las elecciones, CC y PSOE empezaron las negociaciones para un pacto de gobierno regional. Un incómodo silencio aterrizó sobre los profetas del acuerdo con el PP "que ya estaba firmado". La tozuda realidad aritmética contravino la profecía. Pero entonces hizo explosión la gran crisis. José Bermúdez anunció en Santa Cruz un pacto con los populares, con los únicos que alcanzaba la mayoría absoluta para gobernar. Y entonces la fábrica de buñuelos de viento volvió a ponerse en funcionamiento. ¡Es lo que tenía pensado desde un principio el maquiavélico Clavijo! Sentarse a la mesa de negociaciones fue una cortina de humo.

Pero la realidad, aunque sea más triste que las ficciones, es más trabajadora. Así que el pacto regional entre nacionalistas y socialistas en Canarias va a cerrarse después de las muchas tensiones de las desobediencias municipales. Clavijo permitió que José Bermúdez se lanzará al monte en solitario para adelantarse a los acontecimientos. Con habilidad, Coalición Canaria dejó como dos cartas emparejadas, para el final de las negociaciones, a La Laguna y al Cabildo. Como quien no quiere la cosa.

La clave está en el Cabildo. Si Carlos Alonso hubiese consumado el órdago de un tripartito, la crisis con los socialistas habría sido irreversible. Pero Alonso sólo estaba enviando mensajes certificados para Javier Abreu, en La Laguna. Como en el chiste del paciente que agarra por los testículos al dentista que le va a empastar una muela y le dice: "No nos vamos a hacer daño, ¿verdad doctor?". Y por lo que parece, a la hora de escribir estas reflexiones, la sangre de tantos postureos no va a llegar al río de las rupturas. Abreu no ha logrado que le voten para alcalde en contra de su voluntad (que era su única manera de presentarlo) y en el Cabildo no se dan las condiciones para hacer lo que en el fondo le habría gustado a Carlos Alonso.

La fábula del pacto previamente firmado con el PP se desvanecerá como si nunca hubiera existido. Las mentiras se evaporan más rápidamente de lo que solidifican. Vienen con mecanismo de autodestrucción. El mundo, dice Revel, se mueve por la fuerza del poder, del sexo y de las mentiras. El primero y las últimas siempre van juntos.