Tras dos días de ayuno involuntario, y despojado de cuanta porquería puede acumular el cuerpo, me toca escribir así de "limpito" sobre el carajal que se vive en Ayuntamientos, Cabildos y Parlamentos autonómicos. Me voy a dirigir a los candidatos y candidatas con una obviedad: "Hay que pactar". Con honradez, responsabilidad, rigor, creatividad y transparencia.

Afortunadamente nos hemos alejado de las mayorías absolutas, y esta cura de humildad ha resultado beneficiosa. Al día siguiente de las elecciones, en lugar de ponerse a decidir, en lugar de ignorar a todo el mundo, en lugar de dar la espalda a los demás, los elegidos se han tenido que poner a dialogar. Algunos se han tragado los insultos vertidos en campaña.

El político ha de ser un profesional de la escucha. Para percibir con claridad lo que el pueblo desea decirle. No es fácil escuchar. No basta no tener tapones en los oídos. Lo primero que hace falta para escuchar es tiempo. Es tentador dar prioridad a lo urgente, dejando a un lado lo importante. Lo segundo es tener sensibilidad para captar lo que la gente quiere decir. Escuchar sin prisas, sin ruidos, sin prejuicios, sin manipulaciones, sin cortapisas, sin engaños... Escuchar con la cabeza y con el corazón. A los propios y a los extraños. Se gobierna para todos y para todas.

No se nace sabiendo negociar. A negociar se aprende. A escuchar se aprende. A razonar se aprende. Se aprende de lo bueno y de lo malo. Hay un arte hermoso en la vida que consiste en saber transformar dos signos menos, en un signo más.

No se puede olvidar que el lenguaje nos tiende trampas. Algunos confunden negociación con chantaje: "Como usted depende de mí para gobernar...". No es el bien de la comunidad lo que se persigue. Se trata de un abuso en situación de ventaja. No hay persuasión, sino fuerza. Y encima el chantajista acusa al interlocutor de poca flexibilidad, de actitud soberbia, de falta de diálogo.

Otros llaman traición a la flexibilidad. Cuando se cede, cuando se da la razón al contrincante, cuando se aceptan otras propuestas... no necesariamente se está traicionando la ideología, no siempre se está siendo infiel a las bases. Así entendida la negociación, nunca lograría acuerdos.

Y hay quien llama habilidad al engaño. Una cosa es ser hábil y otra muy distinta es ser tramposo. El fin no justifica los medios.

Hace falta también un poco de ingenio, de creatividad, llegar al acuerdo mediante estrategias inteligentes. Pondré un ejemplo de acuerdo ingenioso: un ganadero quiere dejar en testamento a sus tres hijos los bienes según unas proporciones que ha elaborado larga y concienzudamente. Ha decidido dar al mayor la mitad de los bienes, al segundo una tercera parte y al tercero una novena parte. No encuentra problemas para repartir el dinero, pero no ve solución para el reparto de un rebaño de cabras. Tiene 17 cabras. No quiere matar ni vender. Y no le salen las cuentas. Plantea el problema a sus amigos y alguien le sugiere que vaya a la Facultad de Matemáticas, para solucionarlo.

Tiene referencias de un profesor como persona inteligente e ingeniosa. Después de los saludos de rigor, el ganadero le presenta al profesor el problema que le trae de cabeza.

Tras meditar un poco...

-¿Qué? Imposible, ¿no es cierto?

-Pues no, he dado con la solución.

-Ya me habían dicho que era usted un sabio.

-Mire, la Universidad le va a regalar a usted una cabra.

-Y, ¿así se resuelve mi problema de testamentaría?

-Sí, señor. Ahora tiene usted 18 cabras: las 17 suyas más la que la Universidad le ha regalado. ¿Cuánto le quiere dar al mayor? La mitad, ¿no es cierto? Pues la mitad de 18: 9. Al segundo le quiere dar una tercera parte. La tercera parte de 18: 6. Y al tercero le quiere dar una novena parte. La novena parte de 18: 2.

-Estoy asombrado. ¡Qué maravilla! ¡Qué intuición! Sin matar ninguna cabra, sin vender ninguna.

Entonces el profesor concluye:

-Así que 9 para el mayor, 6 para el segundo y 2 para el tercero. En total, 17. Nos devuelve la cabra que le habíamos regalado y se va usted con el problema resuelto.

Sin soltar un céntimo, con ingenio y clarividencia, el profesor solucionó el problema del ganadero. Parecía imposible, pero había una solución. Hacía falta pensar. Con lucidez. Sin trampas. Para bien de la Universidad, del ganadero y de sus hijos.

Feliz domingo.

adebernar@yahoo.es