El oficio de ilustrador lo concibe como una tarea callada, asumida desde el silencio reflexivo, un ejercicio de soledad y aislado de todo el ruido del exterior desde el microcosmos de un estudio.

Pablo Amargo (Oviedo, 1971), uno de los ilustradores más reputados, participó el pasado lunes en el ciclo "Hágase la luz" organizado por la Facultad de Bellas Artes, impartiendo en el Paraninfo de la ULLcon la conferencia titulada "Los deslizamientos" , en la que expuso su método de trabajo.

Desde su condición creativa sostiene que no le interesa demasiado la realidad, "como tampoco la fantasía", pero plantea que entre ambas existe un nexo delicado, "una puerta especial que se abre con estas propuestas", a la manera de un deslizamiento de la imagen que te permite ingresar en ese espacio", explica.

Y no es que pretenda penetrar en el otro lado, "pero sí asomarme", tal es su propuesta: "el placer de la mirada, el impulso de ver las cosas y percibir que existen otras realidades".

Amargo colabora habitualmente en prensa y publicaciones periódicas -nacionales y extranjeras-, así como en la realización de cubiertas para editoriales y, muy especialmente, en la ilustración de libros.

Su trabajo ha sido reconocido con importantes galardones de ilustración a lo largo de su carrera profesional, entre otros el Premio Nacional de Ilustración 2004; Premio Lazarillo (1999); Premio Motiva de Ilustración (2000, 2004, 2005, 2010 y 2014); Premio del Banco del libro de Venezuela 2003, una de las Golden Plaque en la Bienal de Ilustración de Bratislava y más recientemente el Award of Excellence Illustration Annual, otorgado por Communication Arts en EEUU en los años 2013 y 2014.

En el año 2014 su trabajo para The Boston Globe ganó dos Silver Medal, así como el Award of Excellence de la Society of Newspaper Designe''s Awards en EEUU.

Lo que a su juicio implican básicamente los premios es "una especie de reconocimiento a un trabajo". Pero también entiende que, gracias a ellos, "la gente se acerca a las ilustraciones con otra mirada, no de manera tan desconfiada".

Pablo Amargo reconoce que no es de los que permanece muchas horas sobre el tablero de trabajo, porque admite que no es autor "de una gran producción". Por el contrario, afirma moverse por el estudio "con libertad; me acerco a la mesa y dibujo, camino y reflexiono, busco ideas, reviso el trabajo, saco el ordenador, veo la televisión, tomo un libro...".

Eso sí, se obliga a trabajar a diario, "así las musas me encuentran trabajando; para ellas tengo las ventanas abiertas".

De la idea que se tiene generalmente sobre las ilustraciones como imágenes que acompañan a las palabras, con cierto dominio técnico, desarrollo del color, etc.. este creador reivindica las imágenes con significados propios.

No se siente cautivo del texto, "ni quiero competir ni subordinarme a él", sino establecer un diálogo creativo con las palabras. "A un escritor no le gustaría que la imagen dijera lo mismo que el texto" y por tal razón buscan este tipo de ilustración, "que no sólo evitan las redundancias, sino que potencian la labor creativa".

Actualmente, con la cantidad de impresiones que se reciben a través de diferentes formatos, "una imagen ya no está para iluminar un texto, sino para crear nueva literatura", señala Pablo Amargo.

A propósito, explica que existe "un público adulto interesado con este tipo de propuestas y buscando estas miradas en las que el ilustrador presenta su obra como autor".

En cuanto a su variedad de registros, este creador se considera afortunado por el hecho de que "mi lenguaje se adapta a diferentes formatos como prensa, carteles, libros... No hago un esfuerzo especial para cambiar de registros".

No obstante, también admite que la prensa textos de actualidad es lo que más me cuesta, "porque uno de mis intereses es que las imágenes no estén demasiado pegadas a la realidad, porque el deseo es que la imagen no caduque: los juegos sexuales, el humor, la ironía, las propuestas lúdicas, etc. funcionan bien

De una máxima de Chillida, que viene a decir "me miro a diario no para saber la altura que tengo, sino para conocer si he crecido", rescata Pablo Amargo esa manera de entender el arte "como un trabajo en busca de la realización personal", una mirada que comparte: la ilustración como herramienta de autoconocimiento.

Y de fondo despertar el pensamiento crítico. Que el lector, el espectador, no tenga la impresión de que lo tratan como un tonto.