Anselmo Pestana renovó sus votos con La Palma tras un pleno "plano", pero con destellos en los discursos que dejan entrever lo que será la legislatura en un Cabildo donde los líderes de la oposición (PP) tienen tantos o más datos que el gobierno (PSC-CC) para convertir los próximos cuatro años en una aventura "divertida".

El salón se llenó de políticos, sus familiares, amigos, amigos de los amigos, vecinos de bloque... Gente, mucha, que a lo largo del mandato no irá más a ver un pleno. Ni uno. La prensa fue mandada a una habitación compartida con personal de la institución y otros viandantes conocidos de la "casta", que diría Pablo Iglesias, para ver la sesión a través de un plasma. Y ahí, nace la crónica, sin el calor del cara a cara.

Tras la constitución de la Mesa de Edad y la recogida de las medallas, con juramento o promesas incluidas, llegaron los discursos. Primero, Dailos González. Camiseta de cuello redondo por fuera de un pantalón vaquero, a medio peinar... sí, es de Podemos y quiere, o al menos lo parece, que todo el mundo lo tenga claro. Si esa era la idea, lo logró. Se autoproclamó "la voz de las personas que han sido excluidas", casi el Mesías, y tuvo tiempo para referirse al "caciquismo que impera en la Isla". No desaprovechó la oportunidad para pedir justicia para el pueblo saharaui y para Takbar Haddi. Por cierto, no aplaudió a ninguno de los consejeros al recoger la medalla, al contrario que el resto del plenario. Y está en su derecho de no hacerlo.

Luego, María de Haro. Una palabra resume la intervención de la líder del PP: aturrullada. No se ahogó al leer lo que le escribieron, pero casi. Destacó el trabajo de sus compañeros en el último año y medio, y prometió que los populares iban a dedicar su esfuerzo "a mejorar las condiciones de vida" de los palmeros, como, por otro lado, es la obligación de todo político. De lo demás, poco se le entendió, al menos a través del plasma.

Le siguió Perestelo. Fue el Perestelo más sumiso que se haya escuchado nunca: "Sé quién es el presidente", al que prometió "absoluta lealtad". Tiene "pinta" de aceptar en el ocaso de su carrera política todo lo que venga (y más) encima, aunque subrayó que "llego con la ilusión del primer día, con el mismo compromiso con el que he sido consejero y más tarde presidente". En su discurso recordó la creación de los cabildos, haciendo mención a las figuras "del majorero Manuel Velázquez y del palmero Pedro Pérez".

Por último, el presidente. Pestana no estaba para "fiestas". Gesto incluso tristón. Se acordó de su gestión con el PP, "para bien de nuestra Isla, hay un antes y un después del pasado mandato", y a sus nuevos socios les advirtió de que "ni el camino va a ser fácil, ni los recursos son abundantes, ni los problemas pocos...". Cargó su alegato de promesas sobre obras ya iniciadas o proyectos diseñados y que espera concluir, entendiendo que las nuevas tecnologías y el turismo "están llamados a ser claves en ese desarrollo que queremos".

Así comenzó la legislatura.