El niño de seis años de Olot (Girona) con difteria murió durante la madrugada de este sábado en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital Vall d''Hebron de Barcelona.

El pequeño ingresó hace 28 días, tras confirmarse que sufría la enfermedad, de la que no estaba vacunado y de la que no se producía ningún caso en España desde 1987.

El niño había recibido un tratamiento basado en una medicación antitoxinas que tuvo que importarse de Rusia debido ya que ningún país europeo contaba con reservas.

El caso ha abierto el debate sobre la obligatoriedad de la vacunación ya que el menor no estaba vacunado por decisión de sus padres.

El conseller de Salud de la Generalitat, Boi Ruiz, se mostró partidario de un calendario de vacunación "responsable y obligatorio" porque protege a uno mismo y a terceros.

El ministro de Sanidad, Alfonso Alonso, aseguró que era "irresponsable" que existan padres que no quieran vacunar a sus hijos.

La bacteria de difteria también se detectó a ocho niños y a un adulto del entorno del niño que ya estaban vacunados, pero que podían haber contagiado a personas no vacunadas.

La semana en la que se conoció el caso, las vacunaciones aumentaron un 23%, pese a que hubo un "problema de suministro" en la última dosis del antídoto.

A raíz del caso, el Collegi de Metges de Barcelona también planteó la posibilidad de abrir un expediente sancionador a los profesionales colegiados que no promoviesen la vacunación.

Tras conocerse la noticia, la Asociación Española de Pediatría (AEP) trasladó su pesar por la muerte del niño y señaló que, aunque más del 95 por ciento de los menores de un año están vacunados, las dosis de refuerzo "deben ser mejoradas".

La AEP destacó la labor de los profesionales que se han enfrentado a una enfermedad "casi desconocida y de difícil sospecha", así como de los sanitarios que "han hecho todo lo posible para intentar que el pequeño se recuperase".

Además, reconoció las gestiones llevadas a cabo por las autoridades sanitarias para conseguir los recursos terapéuticos con los que tratar la enfermedad y recordó que, aunque más del 95 por ciento de los menores de un año se encuentran vacunados contra la difteria y la dosis de refuerzo que se administra el segundo año de vida "casi alcanza esta cifra", las dosis de refuerzo que se ponen entre los 4 y los 16 años "deben ser mejoradas".

"Este nivel de inmunización individual y colectiva ha de servir para transmitir un mensaje de tranquilidad a las familias", apunta la AEP que, no obstante, advierte de que en la prevención de las enfermedades infecciosas, incluso aquellas que como la difteria parecían eliminadas, "nunca se debe bajar la guardia".