En el reparto de las diferentes competencias del pacto de gobernabilidad entre CC-PNC y el PSOE ( por cierto, y dicho sin acritud, en ese documento debería haber estado también la firma del PNC), tenemos la de Cultura y Deportes. Cuestión importante para el nacionalismo canario, porque consideramos que la cultura es lo que identifica y motiva que un pueblo camine hacia un escenario donde se pongan en confrontación actitudes caducas con las nuevas que sean capaces de construir la nación canaria y que desde una aculturización penetrante el nacionalismo español intenta desvirtuar.

El Gobierno, con el operativo cultural a su favor, tiene la mejor de las cartas para jugar una partida que estaba perdida, y si ajusta los asentamientos ideológicos puede dar con la clave del relanzamiento nacionalista, que buena falta nos hace.

Cuando se comenta la pérdida de votantes de CC-PNC en 60.000, entiendo que lo que subyace debajo de este asunto es la carencia o debilidad de un lenguaje nacionalista. Sin lenguaje es imposible entendernos y que nos entiendan; caminamos por la senda de la mudez y cuando no de la mímica. El lenguaje nos identifica y nos dispone a corregir los silencios y la confusión ideológica.

¿Será el discurso nacionalista (su ausencia) lo que pudo conducir a la perdida de votos? Pudiera ser. De ahí que teniendo las competencias en Cultura habría que dinamizarla, desde una estructura de gobierno, llámese Viceconsejería de Identidad Canaria, que inicie su diseño y que transversalmente se trasmita a las diferentes instituciones donde se tenga representación nacionalista.

De esa manera se proyectará lo que concierne a un pueblo desde el ámbito de la antropología cultural para elaborar el discurso nacionalista sin ambages ni circunloquios y que mire hacia el futuro.

Un discurso coherente y nacionalista que se irradie desde Fuerteventura hasta El Hierro y que sea universalmente canario. Y hay que disponer de él para enmarcarlo en la tarea de la construcción de un nacionalismo que permanece adormilado, lánguido ideológicamente por carecer de la palanca de la cultura y del entusiasmo por rescatar el orgullo de sentirnos canarios.

Hay que ir a consolidar la propuesta de ese dispositivo de poder para que la cultura canaria se defina como un todo, dentro de un nuevo escenario donde nos entendamos, alejando de nuestro lenguaje palabras que confunden, que nos desnaturalizan y hacen retroceder ante aquellos que pretenden silenciarnos con su jerga grandilocuente y vacía de contenido.

Con esa Viceconsejería de Identidad Canaria lograremos que la cultura se descubra, no se mediatice, sea nuestra, y el mejor patrimonio que se debe tener como meta común hacia la identificación como pueblo, como nación, a lo que Canarias no debe renunciar ni ahora ni nunca, si es, claro está, que nos titulamos nacionalistas.