No siguen a ninguna imagen religiosa. La fotografía del acto es decenas de miles de romeros detrás de unos trozos de plata. Si se abstrae de todo sentimiento, si por un momento logra evadirse del conocimiento real que pueda tener de la fiesta, sería sencillo concluir que es una romería extraña. Ahora bien, esas piezas, que por sí solas carecen de significado, al unirlas lo llenan todo: forman el altar de la Patrona de La Palma, Nuestra Señora de las Nieves, y ese "detalle" justifica el resto para los fieles.

En la plaza del Real Santuario, también por los alrededores, había menos gente que hace 5 años. Y que hace 10. Irremediablemente, piensas en la crisis y en los miles de fieles a los que un viaje entre islas ya se les hace imposible. A los pies de la puerta principal del templo aguardaban los trozos del trono previstos para sortear. Muchos romeros esperan ser los agraciados para poderlos transportar durante el recorrido. Sí, así baja cada pieza. Sin privilegios. Entre los brazos de los cristianos.

Por la puerta principal del templo, aparecen los danzarines de la Virgen de los Reyes. Vienen desde El Hierro para expresar también su adoración por Las Nieves. ¡Gracias por venir! La gente los recibe con cariño. Lo dan todo. Una hora después de lo previsto, sobre las seis de la tarde, comienza la bajada. El principio es por carretera. Muchos romeros buscan un espacio con sombra. Demasiado calor para aquellas ropas. Es un descenso lento, pausado, pero sin agobios, por un tramo a veces estrecho para tanta gente. Pero se aguanta. Lo mejor: la gente va a divertirse sin molestar al "vecino". Y se agradece.

Tras un kilómetro por asfalto, se gira a la derecha y comienza el descenso por El Planto. Casas a ambos lados, tramos con demasiada pendiente... La organización, de forma acertada, colocó al principio de esta zona un punto de avituallamiento de agua. La gente bebe. Algunos casi se duchan. Un poco más abajo, una familia decide montar su "chiringuito" improvisado para sacar unos euros con cervezas, helados, papas... "¡Viva la Virgen de las Nieves", los recuerdos a la Patrona son constantes durante el trayecto. El amor a la Patrona recorre las venas.

Es una romería sin carretas. A pie. Donde las piezas de plata se zarandean, sin dejarlas nunca caer, para alegría del resto de personas que las rodean. En la plaza del Planto se produce un parón para tomar oxígeno. Es algo que sale natural. Y un poco más abajo, en un desvío a mano derecha, no son pocos los participantes que decidieron coger por Benahoare y dejar en ese punto el recorrido. Te cansas, y lo dejas. El resto, decenas de miles de personas, afronta el último tramo hasta llegar a La Encarnación, donde curiosamente, o no tanto, esperan más romeros que decidieron hacer tan solo el tramo por las calles del casco.

La romería acabó de noche. Sobre las 23 horas. Debe llegar (y llegó) hasta la parroquia matriz de El Salvador. Tras discurrir por diferentes calles, cada romero afortunado fue dejando una a una cada pieza del trono, también las andas de baldaquino, que portaron los Custodios de la Virgen.

Allí, en la parroquia, se monta el altar y esperará hasta el 12 de julio. Hasta que llegue la Virgen.