El mensaje suena limpio y claro; sus ecos cruzan veloces el continente africano y, como los inmigrantes, asoman a las puertas del llamado primer mundo con los ojos y el corazón bien abiertos.

Así se fue marcando el compás del proyecto "Dona un tambor", una iniciativa con la que desde 2010, la Asociación Bloko del Valle pone una nota de color a un sueño que acompasa el ritmo de vida de los niños en un orfanato de la isla de Lamu, en Kenia.

Con el brillo resaltando en sus palabras, el director de esta asociación, Unai Cañada, relata cómo tras un primer contacto pusieron en marcha una recogida de instrumentos con destino al orfanato, "que tuvimos que ampliar" porque no había para todos.

Lo cierto es que aquella "semilla" germinó, de manera que al menos once de los veinticinco niños que se abrazan a un tambor -del conjunto de más de doscientos del orfanato- fueron seleccionados para salir de gira de un mes y medio por distintas ciudades europeas, incluyendo Canarias.

El resultado de esa experiencia única, traducida a lenguaje documental, se presenta hoy en Tenerife Espacio de las Artes (20:00) bajo el título "Tambores para la convivencia", un trabajo que recoge la "mezcla del samba reggae que marca el sonido de los tambores con los compases de música clásica de las orquestas", detalla Unai Cañada, que habla sobre un documental que, en buena medida, "proyecta lo que hemos hecho durante este tiempo y hasta donde es posible llegar con un tambor". Y a propósito pronuncia una máxima que marca el paso de Bloko del Valle: como no sabíamos que era imposible, lo hicimos.

En estos conciertos, los niños keniatas interpretaron arreglos de cuatro temas y una versión de "Malaika" (voz swahili que significa ángel), "que dejó boquiabiertos a los diferentes públicos", asegura Unai Cañada sin querer desvelar más detalles.

Y más allá de un especial sentido del ritmo, consustancial a su naturaleza, estos niños africanos "desprenden ganas de vivir, algo que nosotros parece que hemos olvidado", sentencia Unai.

Y pese a la dureza y los sinsabores de una vida ingrata y cruel con ellos, son duros y tiernos, a la vez que solidarios, con ganas de aprender, de trabajar en equipo y compartir. "Con lo que nos aporta una mirada, una sonrisa, ya recibimos más de lo que damos". Y Unai suspira, mientras habla en voz alta. "Me han enseñado que el bienestar no depende del dinero y han conseguido que entienda lo que hago desde una perspectiva no solo lúdica, sino también social".

Cuando baja de la nube recuerda que "en agosto nos vamos dos semanas a un barrio de Praia en Cabo Verde", a bordo de un avión de Binter y con los tambores en la bodega de la aeronave.

Y no para de contar los grupos de Bloko del Valle: el Porís de Abona, Santa Cruz, en Buenavista, el 6 de julio en La Orotava y, posiblemente, Güímar y Garachico.

El golpe de tambor suena ahora a fondo, el sonido de un crowdfunding propio cuyo objetivo se fija en 200 tambores para la isla, y "faltan unos cien", precisa Unai, que aspira a ser la mayor agrupación europea de percusión, solo comparable a lo que hay en Brasil.