Los "diablos" abrieron el paso. Iban a todo "trapo". En busca de víctimas a las que poder asustar en medio de la noche. Detrás, la tarasca (serpiente monstruosa). Fue el comienzo de una cabalgata elegante, trabajada desde lo artesano, diseñada para recuperar un acto de las Fiestas Lustrales que no se celebraba desde hacía ya seis lustros.

El desfile partió de la Alameda. Pasaban de las 23.30 horas. Y el comienzo fue ágil, divertido, arropado por las cientos, seguramente miles, de personas que aguardaban a ambos lados de las Cuatro Esquinas, luego en la Pérez de Brito... En las aceras. Detrás de aquellos "locos" del principio (fueron geniales) llegaron planetas alegóricos y banderas de países mitológicos, elementos confeccionados con paciencia y gusto. Entre todos ellos formaron "La Geografía", un recorrido desde el infierno hasta el cielo... Por cierto, cuando la gente de la tierra se mete en el "ajo", se logra otro sentimiento distinto.

No llovía. La cabalgata avanzó y aparecieron personajes de caballería. Llevan la alegría en la sangre. Deben (los organizadores) apuntar sus DNI y volverles a pedir que regresen dentro de cinco años. "Metidos" en aquellos falsos caballos, le dieron otro ritmo, un cambio más, a la comitiva. Y sí, el público se lo agradeció.

El desfile permitió incluso disfrutar de una danza de espadas. Un grupo que estaba dirigido por un niño de apenas 12 años, quizás 13 (perdón si son más o menos), que se encargaba de dar las voces para que el resto de su "batallón" se desplegara de forma coordinada. Iban serios, con un guion establecido, pero con la misma elegancia que se desplegó en la danza de las cintas.

La cabalgata estaba representada por grupos diferentes, cada uno en su "mundo", pero con un mismo hilo conductor que los entremezclaba. Es de esos espectáculos que al primer suspiro ya sabes que están "currados". Es cierto que el desfile se "atascó" al llegar a la plaza de España. Es difícil saber qué se quiso hacer allí, pero la realidad es que bajó parte de su agilidad, aunque ni una pizca de belleza. Unos grupos entraron en la plaza, tal y como hicieron los niños con el cuadro vivo de la Palmaria, otros marcharon calle Real abajo... Pero, claro, aparece la parte musical del creador Cavallé y lo perdonas todo. Hasta en eso, acertaron. Sí, es verdad, al cronista le gustó (y más) la cabalgata, sin olvidar a la tripulación de marineros que cerraban el desfile en una imaginativa Nave de María. Luego, al Recinto Central derrochando frescura. Allí terminaba, aunque por el bien de todos la cabalgata no puede volver a morir. Nunca.