Corría el cincuenta y tres, cuando regresamos en familia de tierras peninsulares. El día de llegada mi hermano Paco nos dio un gran paseo por el centro de la ciudad, la plaza de la Candelaria, la de España, las Ramblas, y le pedí expresamente que pasara por el teatro. Me complació, pues era un joven enamorado de la música. Me quedé prendado del recinto. Hasta ese momento solo había conocido el teatro Cervantes de Jaén, un coliseo a la italiana, bonito y pintoresco, que acabó convirtiéndose en entidad bancaria, gracias a los inteligentes gestores culturales de la época. Allí vi por primera vez una zarzuela, "La Revoltosa", con Purita Jiménez y Esteban Astarlao, de la compañía Los Ases Líricos.

Mis primeras visitas al Guimerá fueron para escuchar ópera en el gallinero, con asientos incómodos de tablones de madera, pero muy aireado por un ventanuco por el que entraba bastante fresco. Las localidades costaban cinco pesetas, y aunque empecé a trabajar muy joven, le sisaba a mi madre algunas perrillas para no perderme los espectáculos que se celebraban.

En aquella época Santa Cruz era una ciudad muy bullanguera y madrugadora. Desde muy temprano se notaba movimiento en la capital, bares llenos, calles concurridas y la plaza Weyler parecía un hervidero. Esa asistencia masiva de ciudadanos propiciaba tener una gran corriente cultural, exposiciones, cine, teatro y, por supuesto, ópera o zarzuela, que llenaban el teatro haciendo incluso hasta tres funciones diarias. También era habitual el ambiente de tertulia, donde preponderaban los temas culturales, y por todas partes escuchabas a personas muy preparadas dando su opinión de lo que acontecía. La política tenía su lugar, pero estaba muy alejada de la opinión generalizada.

Los Amigos del Arte era una organización compuesta por personas de todas las clases sociales y, sobre todo, por artistas de la lírica, tenores, barítonos, bajos, sopranos y coristas. Organizaban espectáculos y representaban zarzuelas, y mis contactos personales me permitieron asistir a algunos espectáculos. Uno de los más prolíficos artistas de aquella etapa fue Jacinto del Rosario, comediógrafo, escritor, actor y sastre de profesión, que transmitió a su hijo Francis toda su sabiduría. Mantuve una buena amistad con él durante muchos años, y demostró su valía como actor y después como director. De novio con mi mujer, paseábamos frente a la cafetería El Águila solo para ver y oír a Libertad Álvarez, bella y elegante, casada con Falcón, un aparejador que además fue un excelente bajo.

El teatro se abrió a la ciudad en 1851, y 150 años después sufrió su primera remodelación. Se reabrió con un concierto con la OST, dirigida por Víctor Pablo, y la excelsa soprano María Orán, que cantó con gusto un programa de cancionero clásico español. Mientras estuvo en obras, el Festival de Ópera se trasladó al Leal. En 1993 comenzó el Festival de Zarzuela, y el recinto tuvo nuevos retoques hace unos años.

Hubo un tiempo en que falté a pocas veladas teatrales, pues intentaba no perderme nada de la programación, ya que el espacio también fue sede de la OST y el Festival de Música de Canarias. Participé activamente con la ópera y estos últimos veintidós años con la zarzuela. Culturalmente nuestro teatro ha sido y es parte de mi vida, y me ha permitido impregnarme de una de las artes más hermosas que existen, la música clásica.

Guardo grandes recuerdos plasmados en fotografías y libros dedicados por muchos de los personajes que han pisado su escenario. Libertad Álvarez me dedicó unas preciosas palabras: "A mi distinguido amigo Pepe Cruz, dedico con cariño este entrañable recuerdo de mi vida. Que Dios te dé salud para que sigas luchando por una causa tan hermosa como es la música. Un fuerte abrazo de tu incondicional amiga, Libertad",

Muchas personas me preguntan qué es lo mejor que he presenciado, pero es difícil elegir entre tan variados espectáculos, con escenas grandiosas, cantantes fantásticos, o simplemente amigos. Me quedo con una Tosca interpretada por Giacomini, con los siete Festivales en los que participó Alfredo Kraus, y la Carmen protagonizada por Adria Firestone.

Muchas omisiones para una larga historia de enamoramiento musical. Lamento no poder nombrar a muchos con los que he compartido grandes momentos, pero esta es mi pequeña semblanza para mi viejo y querido Guimerá.

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