Digamos que tras el previo, despejada la incógnita de ver al candidato en sede parlamentaria, estaba el patio pendiente, sobre todo, de Noemí Santana, portavoz del podemismo, y de Román Rodríguez, autoproclamado líder de la oposición a los nuevos tiempos. Antes le tocó, faltaría más, a Asier Antona, muy en su papel de orador suplente de María Australia. Correcto, circunspecto, discreto. Hizo su paseíllo y dispuso su panoplia de soluciones ensayadas para todos los problemas. Podría igual vendérselas a Rajoy, a ver qué pasa, pero estuvo en su papel. Cuando le toco a Noemí, Su Señoría leyó en sus papeles que no traía nada especialmente nuevo. Es lo que les pasa a los que llegan, que crean expectativas en exceso. Le replicó el candidato Clavijo con su buenrollismo estival y sus excusas, empeñado formalmente en el sinsentido de ser votable por la bancada morada. Y entonces volvió a salir de nuevo Noemí y fue la mayor gambada del día, sin duda cosas de la inexperiencia, que Su Señoría se trajo la segunda intervención tecleada en ordenador como si fuera más un trabajo de primero de carrera, que una indisimulada chuleta. Leyó directamente de su chuleta "big size" los motivos de que Clavijo no la hubiera convencido y se hizo un silencio gélido, un suspiro de general incomodo: no es práctica aceptada que uno se traiga de casa las respuestas a por qué no te han convencido las explicaciones que has pedido. Es reconocer que no te iban a servir antes incluso de escucharlas. Quedó más bien fuera de todo código parlamentario, pero tampoco es para tanto. Era la primera vez de la chica de la chuleta, y ya se sabe que la primera nunca sale como debiera. Buenrollito Clavijo aprovechó para despedazarla sin cambiar siquiera el registro de sonrisa pánfila que se puso por la mañana para enfrentarse al día.

Mas después, hizo uso de la palabra la estrella ascendente de la política canaria, que resulta ser un señor que va a cumplir sesenta, que ha sido presidente, y que ha sacado cinco diputados, uno de rebote. Y estuvo francamente bien, como siempre, en su registro híbrido de vendedor mexicano de crecepelo y jefe de una banda de nómadas ladrones de camellos. Yo le habría aplaudido si los periodistas no tuviéramos por norma no dar palmas. Solo con Román se fajó Clavijo, hasta hizo amago de ser cruel, aunque no le salió. Parece que en público no se le da. Fue como si buenrollito lidiara el combate del día contra el Abuelo Cebolleta. Una lástima que se les agotara el gas. Vamos a dejarlo en empate, otra decepción.

Y luego intervino aserejé Curbelo, a lo suyo que es sacar pasta para su isla, y Patricia Hernández, para dejar claro que ha aprendido. Y luego Ruano, que nadie se fijó mucho en lo que dijo, porque ya era muy tarde, pero triunfó con su traje de azafato de Cubana.

Luego votaron y salió Clavijo. No es que fuera sorpresa. Pero alivio, después de ocho años de paulinato, sí que fue.