La consorte en funciones, Ángela Mena, quiso despedirse del chalecito de Ciudad Jardín en el que ella y su marido han co-residido estos últimos ocho años, regalando toda la ropa usada: sábanas, fundas de almohadas, toallas, en fin, el utillaje doméstico y textil de la residencia presidencial de Las Palmas. Hubo que explicarle que no se puede regalar lo que no es de uno, y que sus sábanas (pasadas por la lavandería) serán para uso de los que vienen, hasta que haya que zurcirlas... Choca pensar en la existencia de sábanas públicas, correctamente inventariadas en la relación patrimonial de la Comunidad Autónoma. O sea, que esas cosas se heredan de un presidente a otro. Quien lo hubiera pensado... en tiempos felizmente superados, cuando la homofobia era más una virtud racial que un delito, Fernando Fernández, por ejemplo, llegó a decir en un mitin en la Plaza de Toros chicharrera, entre carcajadas del público, que nunca se sentaría en el mismo sillón que Jerónimo. Si es verdad que aquí todo permanece, don Fernando probablemente acabó durmiendo envuelto por las mismas sábanas que Saavedra. Es lo que hay: los que mandan también duermen, y necesitan cubrir de algodón o seda el sueño agitado del poder. Pero lo de la ropa de cama imperecedera es sólo una parte del asunto. Clavijo & Cía heredarán también -y también en Ciudad Jardín- las escobillas de retrete de diseño que doña Ángela compró a 600 euros la pieza, y a las que su Excelentísimo Marido aplicó la Ley de Secretos Oficiales. Sé de un coleccionista friki que pagaría una fortuna por las únicas escobillas del mundo declaradas secreto de Estado.

El paulinato se va, pues, dejando sus miserias secretas perfectamente inventariadas, y sus miserias de seda fijadas en la memoria colectiva de Canarias. Despedida y cierre, pues. Hoy, después de la toma de posesión del nuevo y su mochila, el chófer y el escolta acompañarán por última vez a Rivero a su casa, se despedirán atentamente y recogerán el teléfono. Y a partir de ahí, Rivero se quedará sólo y con sus circunstancias, como antes que él Adán Martín, y antes Román Rodríguez, y antes Hermoso y antes Saavedra, y así hasta el cónclave de Las Cañadas. El primer tras el cese, Rivero recibirá diez llamadas en su móvil, el segundo cinco y el tercero ninguna. Así acaba esto. Y dicen los sicólogos que el ''síndrome del día después'' es sólo comparable al de un duelo. Un duelo especial, en el que el muerto es uno mismo. Me he fajado ocho años con este presidente que se va, pero le acompaño muy sinceramente en su pérdida. Aunque me siga asombrando su capacidad para resistir hasta el último día. Hoy: una gestión realizada por la gente de Clavijo & Cía para hospedarse él y su familia anoche en el chalet de Ciudad Jardín fue desestimada por la dama tú sabrás, presidenta anoche aún por unas horas, hasta que el BOE publique la firma de Felipe debajo del nombre de Clavijo.

En fin: es muy duro perder. Y más duro si no sabes aceptarlo.