He tenido la oportunidad de asistir a un ensayo de la Orquesta Sinfónica de Tenerife. No soy una entendida en música clásica y lo desconozco todo acerca del funcionamiento interno de una orquesta de las dimensiones de esta. Pero no siempre hay que entender cuando se trata de la música y doy por hecho que cuando se trata de cualquier otra manifestación artística. Aquí la cosa está, me parece a mí, en conectar y dejarse llevar por el peso de los sentidos.

Era un ensayo de los conciertos de Fimucité, el Festival Internacional de Música de Cine de Tenerife (que se puede disfrutar hoy y mañana en el Auditorio), así que parte de la música que interpretó la orquesta me resultó familiar. Otras piezas, que debiera haber conocido por las películas, fue como si las escuchara por primera vez. En el instante mismo en el que el director indicó la orden de comienzo y la orquesta empezó a sonar maravillosamente, se desató un poderío de emociones que yo ni quise ni pude sortear, aunque evité que se me notara por vergüenza. Se me antoja imposible poder abstraerse a esa gigantesca exaltación que provoca el casi centenar de músicos que integran esta Sinfónica, aunando voluntades y la pasión entregada del director, Diego Navarro. Un vigor, un empuje a la hora de comunicar que ya quisieran muchos para sí.

Siempre me ha parecido que este es el poder de comunicación que tiene la música, el de revolverte en tu asiento. Y no solo el de despertarte emocionalmente, sobre todo el de saber expresar aquello que estamos sintiendo, en una especie de identificación implícita que hace posible la conexión con el público, la común-acción, la comunicación.

Este poder de comunicación consiste, esencialmente, en saber llegar a los demás y tener en cuenta cómo se sienten. Es comunicar en el sentido de hacerte entender, de explicarte, y que puedas comprender a un tiempo lo que el otro está sintiendo. Comunicar así es una forma de empatizar, según creo. Comunicar en el sentido no solo de expresar, sino también de escuchar. Es concederle importancia al otro y hacerle sentir que importa. Esta forma de comunicar "enamora", por eso, quienes saben comunicar de verdad, quienes saben "llegar" a los demás, son personas tan seductoras. Aunque naturalmente con esto no basta. Para comunicar bien hay que tener en cuenta otros elementos importantes. Desde mi punto de vista, al menos dos fundamentales: la bondad de la propuesta y la viabilidad de la misma.

Conservo entre mis favoritas, una frase que encontré no sé dónde, que copié y que desde hace años tengo a mano: "La gente olvidará lo que dijiste, la gente olvidará lo que hiciste, pero la gente nunca olvidará cómo le hiciste sentir". Estaba firmada por Maya Angelou. Con el tiempo he sabido que esta mujer, poetisa y activista por los derechos civiles en Estados Unidos, hizo historia con su autobiografía "Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado", al convertirse en el primer "best-seller" de no ficción escrito por una autora afroamericana.

Y con el paso del tiempo también he caído en la cuenta de la verdad que encierra. Si tuviera que decirte ahora mismo los títulos de las bandas sonoras que le escuché a la Sinfónica, estaría en un apuro. Pero sí sé cómo me hizo sentir aquella orquesta magistral que tuve a un palmo de mí.

Comunicarse sin tener en cuenta qué siente el interlocutor es una buena manera de cargarse la comunicación. Puede que no recordemos con exactitud palabras o hechos, pero ni las palabras ni los hechos se los lleva el viento. Se quedan en alguna parte dejándose sentir.

@rociocelisr

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