Tenía menos de 40 años cuando entre en un quirófano por primera vez. Fue en la clínica Bañares de la entonces 18 de Julio, y me durmieron totalmente para operarme de amígdalas y vegetaciones. Recuerdo que estrené un albornoz muy llamativo y que aún conservo, y las enfermeras me llamaron "Sombrita" en recuerdo del famoso boxeador tinerfeño y que se apellidaba precisamente Albornoz.

Ahora, doblando la edad, paso por segunda vez por un quirófano, el 41 del hospital La Candelaria, donde me atendieron magníficos profesionales especialistas en oftalmología, la doctora Carmen Gloria Rubio, el doctor Alberto Afonso y doña Pilar Vázques, a quien le envío un cariñoso saludo de su antiguo compañero Paco Cruz. Además, también recibí buen trato de la "troupe" de enfermeras y de Antonio, el camillero, que me entretuvo con su diatriba sobre la culpabilidad de Rajoy en todos los problemas de la sanidad, palabras con las que no estoy de acuerdo, pues considero que los socialistas han mandado más tiempo en España, y en las Islas Coalición Canaria no se ha bajado del machito desde que tenemos democracia.

La charla surtió efecto y fue todo muy distendido, ya que cuando uno se encuentra en esta situación le embarga una gran soledad. Los recuerdos del pasado y la familia son constantes, el tiempo de espera hace que la mente divague y que te embargue la tristeza, pero el ser humano es capaz de recomponerse siempre, encuentra una nueva familia en todos los intervinientes y debe dar gracias por el cariño y las atenciones que te hacen más llevadera la intervención. Al final lo importante es salir lo mejor posible de un trombo convertido en glaucoma, del que no hay esperanzas de salvar la visión, pero ahí quedará el ojo, aunque sea decorativo.

Siento verdadero orgullo de la sanidad pública, de los grandes profesionales que nos asisten, de la cantidad de jóvenes preparados y no muy bien pagados que laboran con una carga de responsabilidad excesiva. Falta personal y algunos servicios podrían mejorarse, especialmente las listas de espera y la resolución de pruebas de carácter técnico que se alargan en demasía en el tiempo, pero eso no tiene sino un solo culpable, el dinero, y los que no saben gestionarlo, ni tener en cuenta las necesidades más urgentes.

Algo que considero a resaltar de mi experiencia como paciente es que un 80% de los sanitarios que me han tratado son mujeres. Ellas le han ganado la posición al hombre, quizás por ser más disciplinada, pues no creo que haya diferencias en cuanto a profesionalidad, creo que es más entrega y sacrificio, y que es innata su capacidad organizativa. Su constante lucha generacional les permite soportar mejor las adversidades, así que los machitos deben ponerse pilas de esas que duran, duran y duran. También en el nuevo Parlamento de Canarias superan a los hombres, lo que me recuerda la jota de Gigantes y Cabezudos que dice: "Si las mujeres mandaran, en vez de mandar los hombres, serían balsas de aceite los pueblos y las naciones".

Después de tantas idas y venidas de la residencia, empiezo a resignarme y ya no me preocupan lo que me han hecho, sino lo que queda por hacer, pero tengo la satisfacción de estar en buenas manos, pues mi diligente oftalmóloga, Gloria, me trata con amabilidad y diría con cariño, lo que me reconforta y me da la paz necesaria para perder los miedos. Aún así, recurro a mi fe y esta semana, al salir de otra visita, pasé por la capilla para dar las gracias. Ni reproches, ni peticiones, buscaba bienestar y algo de paz y sosiego.

No abandonaré mi defensa de la sanidad, porque considero que hay mala interpretación por parte de algunos usuarios de servicios. En las salas de espera se oyen muchos reproches, y no digo que a veces lleven razón, pero hay algunas personas muy mal encaradas, que son demasiado exigentes, y que agrandan pequeños inconvenientes más de lo debido. Este país necesita un repaso urgente en educación, y el colegio no es quien debe enseñarla, sino la familia. Estoy convencido que es por la falta de valores y la facilidad con que los destruyen, y sobre todo, el escaso eco que tiene en los poderes públicos.

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