Él y Alexandre Desplat han ganado en los últimos años el Oscar a la mejor banda sonora para Francia. En el caso de Ludovic Bource, uno de los invitados de Fimucité, por la música del filme "The artist". Cinta en blanco y negro y muda -el segundo título que se adueñó de una estatuilla a la Mejor Película en 87 años- que ha acrecentado su fama, aunque el compositor francés insista en defender que "el público es el que decide si una música de cine pasa a la eternidad, no los premios", precisa un creador que, eso sí, no duda en confesar que no le importaría volver a conquistar un Oscar.

Esos Oscars han revitalizado la música francesa para cine, ¿no?

El mundo de las bandas sonoras está controlado por Estados Unidos... Allí están los grandes compositores y el dinero. En los últimos años han colocado un foco sobre la música francesa, pero los que manejan este negocio son los americanos.

Al margen de esos "obstáculos" comerciales que crean los americanos, ¿por qué en la actualidad cuesta tanto dar a conocer unas composiciones que proceden de una gran tradición?

Para mí verlo de esa manera es un error... Más que una tradición, lo que sí existe es una influencia de Debussy, Ravel y otros grandes compositores. Hay muy pocos compositores franceses que hayan arrasado en esta faceta.

En "The artist" la música es algo tan valioso como la imagen por ser una película muda, ¿cuál es el secreto para que esa mezcla funcione tan bien?

La mayor complejidad fue localizar una atmósfera general que se pudiera mantener durante toda la película. No era fácil encontrar la solución adecuada para el bloque narrativo de algunas secuencias, pero en general se consiguió esa unidad porque a diferencia de otras películas, en las que la música se monta de forma segmentada, en "The artist" trabajamos con un solo bloque.

¿Ganar un Oscar implica imponer nuevas exigencias?

No sé si llamarlas exigencias, pero sí que me permite estudiar muy bien un proyecto. Sobre todo, porque ahora tengo donde elegir. Sí que hay una presión personal, pero después "The artist" rechacé proyectos porque creía que eso no era lo que me tocaba hacer.

¿Qué busca cuando le hacen un encargo?

La humanidad y el calor que le pueda proporcionar al público la música que les estoy ofreciendo. Básicamente, lo que busco es un poco de calidad... Siempre intento que el director musical quiera jugar al mismo juego que yo. El riesgo es algo que forma parte de mi itinerario compositivo.

¿En ese riesgo caben las alianzas con las nuevas tecnologías?

Absolutamente. Me gusta experimentar con material nuevo, con cosas distintas que pueda encontrar por el mundo... Todos los compositores disponemos de un montón de material extraño que estamos deseando utilizar, pero al final acabamos recurriendo a los recursos que hay dentro de un ordenador (sonríe).

Este tipo de festivales sirven para poner cara a los compositores que están en la trastienda de un proyecto cinematográfico. ¿No es fácil dar visibilidad a ese trabajo?

No... La música de una película continúa siendo lo último; algo que no suele importar mucho. Por eso es bueno que existan festivales con el perfil de Fimucité.

¿Qué es lo que hace eterno a la música de una película?

El público es el que decide. Eso no es fácil de calcular porque al final es la audiencia la que otorga o no esa condición de eternidad.

¿El mundo de la composición también nota la crisis?

Hoy en día es muy complicado hacer música para cine: te piden grandes cosas, pero sin dar el dinero que necesitas para ejecutar esas pretensiones.

¿Es una responsabilidad escribir música para proyectos que pueden llegar a costar 100 millones de dólares?

No, es más fácil que si te dieran uno. Es más confortable porque se supone que hay dinero para contratar a los mejores, y eso también incluye a los músicos. Cuando ellos cobran bien son más felices (ríe)... Eso sí, pagar unos sueldos elevados implica exigir más.

¿El mundo no se para cuando uno es premiado por la Academia de Hollywood?

No, pero yo quiero más...