La magia se repitió. Casi sin peleas, en un ambiente sano desde la chocolatada mañanera, el concurso infantil de pesca, las numerosas actuaciones folclóricas, la espectacular y risible cucaña y la fiesta en la calle Perdomo, en todo el muelle, plaza del Charco, casas particulares e infinidad de sitios, el Puerto volvió a servir ayer de referente religioso, festivo, pesquero y dionisíaco, con lo que caben también los ateos profundos.

Como ocurre desde 1925, con todos los cambios comprensibles desde entonces, talla de la virgen incluida (1954), la embarcación del Carmen repitió ayer escenas, masificaciones, impotencias a la hora de aparcar y mucha emoción. Emoción en su trayecto en tierra y mar. Emoción al salir de la Peña de Francia sobre las 18:30, al volver desde el salado Atlántico y recibir, de nuevo, vítores, flores y caricias de fuegos artificiales. Y eso que se retrasó más que nunca y, en dirección a Los Realejos, a la altura de Playa Jardín, la despidió el dios Magec antes de dormirse del todo, un genial sol acompañante de gran parte de la jornada (salvo su pequeño sueño vespertino). Quedaba la noche. Y qué noche.

Su recorrido fue más relajado de lo habitual en sus primeros metros. Con el presidente de Cabildo, el alcalde y otras autoridades de testigos, los hermanos de San Telmo y, sobre todo, los de la adorada Reina de los Mares, pescadores en una parte y sentidos devotos todos, estaban más tranquilos que otros años, sin los habituales gritos y consignas al portar a su diosa. Eso sí, la cosa se puso ya intensa al mostrarla a la renovada cala del santo, con la mítica ermita al fondo y los bañistas, por supuesto, mirando hacia arriba, hacia ella.

Sin embargo, el primer momento culmen se dio con la dedicatoria sonora de la joven Idaira (bendita voz y pasión), que, por tercer año, hizo llorar incluso a los menos creyentes al lado del consistorio. Desde aquí, aumentaron los acercamientos en volandas a la venerada imagen de niños y bebés (varios de escasos días) para, al menos, mirarla de cerca. Otros no podían prescindir de su meta: que sus retoños o sus manos tocaran su manto y muchos, viéndola al pasar o sabiendo que pasaba y se acercaba al océano, se sentían bien simplemente por estar allí.

Por supuesto, y en un hábito que no pudieron reprimir ni algunos ediles, la grabación de imágenes o la toma de fotos de la Virgen se multiplicó. De niños a mayores, todos quisieron inmortalizar su paso, aunque la mayor muestra de devoción, de fe, de eso inexplicable, eran las lágrimas que caían de los ojos de gente que no podía reprimirse en balcones, aceras y al escuchar los ya clásicos cánticos antes de rozar la inmensidad salada. El resto, en su fiesta, también disfrutaba entre roces de piel y sugerencias presentes o futuras, pero la excusa se llama Carmen y, a muchos, les basta con estar, mirarla o tocar su manto.

Colofón a un intenso baile de magos y sardinada

La fiesta de ayer sirvió de perfecto colofón a lo vivido el sábado en la plaza de Europa con el baile de magos y, el lunes, con la sardinada. En ambos casos, se superó la asistencia de 2014 y, salvo alguna pelea esporádica, denunciadas, incluso y micro en mano, por el genial cantante principal de Maquinaria (que volvió a armarla el lunes), todo transcurrió en perfecta y festiva armonía. En la mañana, tarde y noche de ayer, la principal concentración de adolescentes, jóvenes, treinteañeros y sucesivos se dio en la calle Perdomo (con especial protagonismo inicial del Café al Mar y el mexicano anexo), donde la música disco y del momento se mezclaban con la del hilo general sin mayor problema y con muchas ganas de disfrutar del sitio y de esquinas.