País que a lo largo de los siglos ha padecido y se ha configurado a través de múltiples avatares. Pero le cabe el honor de que su capital hoy y ciudad estado en la antigüedad, Atenas, fuese cuna de la democracia corriendo el siglo VI antes de Cristo. Concepto de gobierno ejercido por los ciudadanos y transmitido a todo el mundo.

Ahora mismo, corriendo el siglo XXI de nuestra era, o sea, 26 siglos después de aquella promulgación impulsada por Solón y Clistenes, Grecia se ve, otra vez, en serias dificultades como Estado. Se ve en dificultades su pueblo, la clase media y la más humilde ¿Y por qué? Por una deuda contraída con sus socios europeos, que hemos tenido que prestar cientos de miles de millones de euros para que su economía pudiese funcionar. Cierto que la globalización económica ha inducido unas formas de movimientos de capitales que han supuesto serios desajustes para algunos países. Pero no es menos cierto que parte de esos desajustes han sido provocados por el carácter depilfarrador, cuando no corrupto, de gobiernos elegidos por el pueblo, por los ciudadanos herederos de aquella gesta social llevada a cabo en aquel siglo VI antes de Cristo.

No parece que sea ahora momento de llamarse andanas respecto de lo que gobiernos democráticos anteriores han propiciado con su improcedente quehacer. La democracia es algo más que votar en unas elecciones y dejar hacer, aunque ese hacer suponga un aparente bienestar. La "oposición" es parte fundamental en el desarrollo democrático y no puede estar al pairo o a la bronca. Ha de estar en el control de lo que hace, o deja de hacer, el gobierno. No estaría Grecia en la situación que ahora se encuentra si tal ejercicio democrático se hubiese aplicado. No habríamos pasado nosotros, españoles, lo que aún estamos padeciendo si la oposición que constituía el PP al gobierno de Zapatero se hubiese aplicado a controlar y fiscalizar, realmente, a aquel gobierno para no verse luego sorprendido por "la herencia".

Y no es de recibo la pretendida intención de los nuevos gobernantes griegos, ofrecida a sus ciudadanos en campaña electoral y aún después, hasta ayer como aquel que dice, de no pagar la deuda contraída con los socios europeos porque tal deuda fue auspiciada por gobiernos anteriores. Corresponde al Gobierno griego actualizar, para un funcionamiento acorde con la imperiosa necesidad que tiene, sus estructuras económica y social de forma que sirvan al desarrollo paulatino de su país y al compromiso adquirido por el pueblo griego respecto de una deuda que ese mismo pueblo contrajo, por acción o por omisión. Y que sigue contrayendo en estos momentos para salvar el "corralito".