Hay gente que se mofa sin ningún remilgo de cosas -llamémoslas así- como la empatía, el cariño, la cercanía emocional... Se ríen de estas "tonterías" y alardean de lo que consideran verdaderamente importante: cifras y datos.

Qué pedantería, qué torpeza, qué estupidez. Las personas inteligentes, los VIP, están en las cifras, están en la economía, están en el dinero. Yo no sé si a sus hijos, en lugar de darles un beso al llegar a casa, les entregan una carpeta con llamativas estadísticas sobre el fraude fiscal o la prima de riesgo: -Toma, hijo, algo verdaderamente importante. Empápate. Besos no, qué tontería. Empatía no, qué ridiculez.

Los niños, para estar psicológicamente sanos, necesitan sentir afecto. Lo necesitan para vivir felices, para desarrollarse adecuadamente, para poder dormir.

El pasado lunes mis hijos Clara y Jan -11 y 12 años- se fueron por primera vez a un campus de baloncesto en La Gomera. Clara está acostumbrada a tragarse los malos tragos sin que se le note. Jan es lado contrario y el día antes de irse me dijo que se iba preocupado por si no se podía dormir, ya que no estaría para darle un beso antes de dormir.

¿Qué hago si no estás allí? ¿Qué hago si pasan las horas y no me puedo dormir? Por una parte quiero ir y por esa parte no. Recordé entonces este viejo cuento infantil.

Hace ya tiempo, un hombre castigó a su niña pequeña, de 3 años, por desperdiciar un rollo de papel dorado para envolver.

El dinero era escaso en esos días, por lo que se enfadó cuando vio a la niña envolviendo una caja para ponerla debajo del árbol de Navidad. Sin embargo, a la mañana siguiente la niña le llevó el regalo a su padre y le dijo:

-Esto es para ti, papá.

Él se sintió avergonzado por su reacción de furia del día anterior, pero volvió a explotar cuando vio que la caja estaba completamente vacía.

-¿No sabes que cuando das un regalo a alguien se supone que debe haber algo dentro?

La pequeña miró hacia arriba con lágrimas en los ojos y dijo:

-Oh, papá, no está vacía. Yo soplé besos dentro de la caja... Todos para ti.

El padre se sintió morir, abrazó tiernamente a su hija y le suplicó que lo perdonara.

Se dice que el hombre guardó esa caja cerca de su cama por años y siempre que se sentía derrumbado tomaba de la caja un beso imaginario y recordaba el amor que su niña había puesto ahí.

Cada uno de nosotros ha recibido una caja envuelta en papel dorado, llena de amor incondicional y besos de nuestros hijos, amigos, pareja, familia... Nadie podría tener una propiedad o posesión más hermosa que esta.

La esfera de los afectos es determinante para alcanzar la felicidad. No es una cuestión menor la educación sentimental. Pero, para llevarla a cabo, hace falta que nuestros hijos y alumnos sepan y vean que a nosotros nos importan los sentimientos y las emociones. Los suyos y los nuestros. Los nuestros-nuestros. Y los nuestros en relación a ellos.

La escuela, que siempre ha sido el reino de lo cognitivo, debería ser el reino de lo afectivo. El corazón tiene sus razones. En el colegio se enseña lengua, matemáticas, inglés, educación física... Pero ¿qué se aprende con respecto a la afectividad? Apenas nada. Muy poco sobre el duelo, el control del miedo o la expresión de la cólera.

Y la familia, tantas veces preocupada por dejar a sus hijos en herencia conocimientos, dinero, casas, haría bien en preocuparse por el caudal de afectos que van atesorando sus hijos e hijas en la vida cotidiana y que constituirán, sin duda, su mejor herencia.

Para que haya aprendizajes significativos y relevantes hace falta una disposición emocional hacia el aprendizaje. Es decir, que un alumno emocionalmente sano está en mejores condiciones de aprender que el que tiene el corazón descuidado.

Lo que digo para el aprendizaje lo digo para la vida. Jan temía no poder conciliar el sueño sin el afecto de los suyos. Despreciar la vida sentimental de las personas es de una torpeza inusitada. Podemos ser infelices siendo extraordinariamente ricos, famosos y poderosos. La felicidad de las personas no está en la cartera, está en el corazón.

Feliz domingo, feliz verano. Hasta septiembre.

adebernar@yahoo.es