Este filólogo, que ejerció como docente en la Universidad de La Laguna (ULL), decidió un buen día montar con un grupo de amigos una escuela de arte creativo, a la que pusieron el nombre del intelectual y vanguardista Eduardo Westherdal. Desde entonces ha mantenido vivo un particular idilio con la gestión cultural, que en 2003 lo llevó a convertirse en "hijo del Auditorio", con el rol de director de programación que ha mantenido hasta ahora.

José Luis Rivero Plasencia (Santa Cruz de Tenerife, 1968) se acomodaba el pasado viernes a su estreno en el papel protagonista, no solista, de director insular de Cultura. Y en un escenario enmarcado por la línea innovadora del edificio del TEA, con el pórtico de la popular recova santacrucera de fondo, símbolo de tradición, tiene lugar esta entrevista.

¿Concibe el arte como un ejercicio de militancia?

La actividad cultural la entiendo como algo más amplio que lo puramente artístico. Como toda militancia depende del conocimiento, del hábito... El arte es militante pero la creatividad lo es más.

Y hablando de militancias, en determinados círculos de Coalición Canaria se cuestiona la asignación de cargos a quienes como usted carecen de carné...

No tengo noticias, con sinceridad. Si estoy aquí es porque el presidente, Carlos Alonso, ha confiado en mí para realizar esta tarea, que en buena medida forma parte de la labor que he venido desarrollando en el Auditorio de Tenerife y me vincula y relaciona con el sector cultural de la Isla, al que reconozco y del que formo parte.

¿Y aceptó a la primera?

Al presidente le costó lo suyo convencerme, pero es persuasivo. Lo asumo como un reto, la posibilidad de acercarme aún más desde el ámbito de lo público a elementos que me son naturales. Después de doce años en el Auditorio, mi relación con los agentes culturales es muy estrecha.

¿Se considera insularista?

Como ciudadano me declaro cabildista. Creo que la conciencia de ser insular se traduce en una forma propia de concebir el mundo. Esto tiene que ver con nuestra idiosincrasia, distinta a la de un habitante ya no solo del continente, sino de otros espacios insulares como Gran Canaria, La Palma, El Hierro... Esta realidad discontinua y fragmentada nos hace percibir el mundo desde otros parámetros. Y lejos de creer que el océano es una barrera, para mí representa un horizonte de posibilidades, un valor de comunicación que nos conduce a cualquier lugar. Esa es mi filosofía de vida y la que he aplicado a lo largo de mis doce años de gestión en el Auditorio.

Y ahora, como director insular, un nuevo vestuario, otra escena, diferente partitura, ¿no?

Claro, y espero poder interpretarla de la mejor manera posible: desde una lectura fiel de la tradición, pero con capacidad para innovar en el plano interpretativo.

¿Cómo se imagina en su primera sesión del Pleno?

Verme sentado en un pleno va a significar mi pose más extraña. Se trata de algo nuevo, pero aprenderé de los demás.

Pero asistirá a las sesiones con voz, pero sin voto.

Afortunadamente, porque soy un hombre más de escuchar, y además puedo estar presente sin aparentar que estoy allí.

¿Siente vértigo ante el horizonte temporal de cuatro años que define su mandato?

La ilusión por sí sola no vale si no se acompaña con trabajo. No soy mesiánico, ni me propongo cambiarlo todo. Me planteo una tarea y el diálogo con los agentes del sector, con la sociedad civil y sobre todo establecer una relación con el área de Cultura. El lema que figura en el frontispicio del Auditorio reza "No hay educación sin cultura" y en esa línea me planteo seguir la letra que propone este discurso, estrechar lazos y revalorizar el sector de la cultura. La estrategia 20 30 del Cabildo se proyecta como arma de futuro.

¿Qué supone la Orquesta Sinfónica de Tenerife?

La orquesta representa el recurso cultural más importante con el que cuenta la Isla, sin menoscabo de otras unidades, tanto públicas como privadas. Siempre he dicho, y voy a reforzar esta idea, que para tener un Auditorio fuerte se necesita disponer de un tejido con una potente musculatura. Por tanto hay que establecer relaciones entre unos y otros. Un solo elemento no es capaz de generar cultura.

Se repite que la Isla atesora grandes talentos artísticos y que muchos emigran ante la ausencia de oportunidades.

Si bien hay mucho talento, también soy de la idea de que eso por sí solo no significa nada. El talento es algo natural. La importancia está en reconocerlo para convertirlo en creatividad y eso requiere disponer de unas herramientas que sean adecuadas.

La programación cultural ofrece un calendario de festivales y citas ya consolidadas en el tiempo, con prestigio, que no deberían caer en el olvido y ahí el Cabildo juega un papel fundamental.

Decía Teixeira Coello que la cultura es una larga conversación. Todas esas estructuras que se han consolidado en el tiempo tienen que continuar. Debemos ser deudores de lo que se ha hecho en el pasado para desde ahí construir el futuro. No pienso que lo nuevo es mejor, sino que debemos mejorar lo que tenemos.

¿Y la iniciativa privada?

Es importante la participación del sector público. La sociedad civil ha hecho posible nuevas líneas y si bien la OST desempeña un papel importante, también el pequeño grupo de teatro amateur o el conjunto de danza. Se debe compendiar y atender a ambos en busca de equilibrio. Bastante difícil resulta ya sobrevivir en el mundo cultural como para interponer aún más barreras.

¿Qué porcentaje le asignaría a Cultura en los presupuestos?

En realidad no creo que se deba establecer una cifra concreta, como la del recurrente 2% que siempre ha reivindicado el sector. Para mí lo importante es fijar metas y más aún que la sociedad llegue a considerar y comprender que la relación entre lo público y privado les devuelve lo que como ciudadanos aportan.

Transparencia, apertura, democratización... El Auditorio sigue proyectando para muchos sectores de la sociedad isleña la imagen de una estructura elitista.

Durante un tiempo, en su origen, la idea era atraer a la gente hasta el Auditorio. Con el presidente Carlos Alonso se propone sacar la actividad artística, ponerla en contacto con la sociedad, extenderla por los municipios. La ópera y la música clásica se relacionan con lo elitista, cuando se puede acceder a estas funciones desde 5 euros. Lo fundamental es que se ofrezcan diversas formas de encarar el mundo, de entender el arte, la sociedad y a uno mismo. La cultura ayuda a construir personas con criterio, genera más y mejores ideas y forma ciudadanos capaces de construir una sociedad democráticamente más madura desde la crítica y la reflexión.

¿Y lo didáctico?

Desde el Auditorio atendemos a casi al 70% de la población escolar de la Isla a través de un programa específico de actividades gratuitas que buscan sensibilizar y generar el hábito de la cultura. La ópera y la música representan solo la punta del iceberg. Bajo la superficie se trabaja generando recursos y posibilidades. Ahora, con Cristóbal de la Rosa como viceconsejero de Cultura y Turismo en el Gobierno de Canarias se abre en teoría una sólida línea de colaboración entre ambas instituciones. O así, al menos, figura en el libreto original.