Así se les llamaba a aquellos herreños que habían emigrado a America, más a Venezuela que a Argentina, Uruguay o Cuba (a los que se les conocía como "cubanos"); era una novedad el regreso de los que, pasados años, volvían a la isla, y más que nada por calcular, según se decía, cuántos bolívares traducidos en pesetas habían ahorrado, lo que se reflejaba generalmente en compra de bienes, casas o fincas, o algún que otro coche que causaba cierta envidia sana.

El herreño convertido en indiano fue siempre un personaje entrañable y su regreso era deseado no solo por su familia, sino por la misma isla, que llegó a contar en la década de los 50 con apenas cuatro mil habitantes.

Nos llamaba la atención de los indianos, sobre todo los que regresaban de Venezuela, su característica forma de hablar, más venezolana que herreña, sus distintivos, que dejaban ver en el cinto con una hebilla dorada o plateada que tenía la inicial de su nombre, con alguna que otra muela de oro y su disposición a ser espléndido en cualquier situación colectiva en que se vieran, bien en un baile de cualquier pueblo de la isla, una fiesta o simplemente el encuentro en un bar.

El indiano fue un referente para muchos, que ante el avance económico que poseían inducía a la gente joven (que tenía un futuro incierto y poco prometedor) a poner rumbo a América en aquel tiempo, sobre todo cuando Venezuela estaba bajo el gobierno dictatorial del general Pérez Jiménez, en que el bolívar rondaba al cambio a 12 pesetas. Se hicieron fortunas que los herreños supieron muy bien emplear y comenzar una vida más aliviada y poder enviar a sus hijos a los colegios de la isla de Tenerife, Gran Canaria o a las universidades de la península.

Y la isla, gracias a Venezuela, como así rezaba en la fachada de una casa de Valverde, fue despegándose de la situación de carencias seculares que padecía y los pueblos cobraron nueva imagen con edificios donde se veía el bolívar venezolano y en un estilo de vida mucho más aceptable, donde la presencia del indiano puso un punto de inflexión, antes y después de la emigración

El indiano favoreció el despegue no solo desde su individualidad, sino en el ámbito de la hostelería y el comercio, bien en la isla o fuera de ella, llevando siempre el sello de una seriedad y honestidad exquisita.

El emigrante herreño, el indiano que tantas horas de trabajo y sacrificio soportó en tierras americanas y que contribuyó al bienestar de la isla, tiene pendiente un homenaje por parte de las autoridades herreñas, simbolizado tal vez en un reconocimiento escultural, siendo el mejor lugar, tal vez, Orchillas.