Las tajantes declaraciones de Pablo Iglesias a Garzón de IU de que constituían un lastre para cualquier alternativa de gobierno, que fueron apoyadas por Monedero con aquello de que muchas cabezas de ratón lo que hacen es un ratón Frankenstein, han tenido su réplica. La escuadra progre-intelectual, otrora de la "Ceja" de Zapatero, se ha visto compelida a bajar a las trincheras de abajofirmantes a librar otra batalla de manifiestos como fuerzas de la cultura. En 1975 el comunismo español inauguró la alianza de las fuerzas del trabajo y de la cultura, como un precipitado físico-químico, reprimiéndose como podían el totalitarismo fundacional y constitutivo.

Entretanto Almodóvar vivía ajeno al franquismo (y oposición), porque según dijo recién lo despreciaba. Miguel Ríos, Wyoming y el resto de la cápsula bohemia tendrían algún encuentro noctívago con la policía. Ocurría por beber, drogas y madrugadas perturbadas. Eran encontronazos inevitables. Almodóvar, cofundador de la movida madrileña, señaló que esta nacía contra los aburridos y severos progres de barbas, cantautores y las aleyas de consignas políticas. El caso es que los desplazaron totalmente. Los desplazados mantuvieron intacta la gravedad y rictus del franquismo. Los bohemios artistas, a medida que triunfaban, se iban haciendo progres, aunque más fiesteros, por compartir similares fobias.

Tan desastrosa fue su formación política e inexistente su praxis que Almodóvar (objetivamente aliado pasivo del Régimen) señaló que Aznar pretendía un golpe de Estado, demostrando que en el 23-F seguía ausente pero disfrazado con McNamara. Como se puede ver, todo un experto en democracias liberales, las populares ni le sonarán, el franquismo tampoco, clásico progre tardío, que son los más combativos

Estos mascarones de proa del progresismo han pasado del Zapatero más gelatinoso a la izquierda postcomunista más desnortada, pero que parece ofrecer guerra. Siempre la consigna ha de ser negativa: sacar a Rajoy de la Moncloa o alguna nostalgia paleolítica. Ansían emociones y ministerios de cultura. La cultura del espectáculo y el entretenimiento es así de ufana, prefiere una izquierda viscosa y estéril a una socialdemocracia líquida.

Si fueran políticos, y tiempo han tenido, sabrían apreciar las virtudes del leninismo camuflado, Gramsci mediante, que hay en Podemos. Necesitan a Laclau o Negri y sus "gentes" y "multitudes" para hacer virtual el oportunismo revolucionario de Lenin, no para eternizarse en el vacío.

Carmena, que parece haber pasado sus últimos veinte años en la isla de Supervivientes, por lo bien que entiende la realidad del mundo de hoy, es la que ha completado todo el arco del espectro.