Es muy triste comprobar que actitudes individuales, u organizadas en grupo, se muevan por la fuerza motriz de la envidia, esa lacra social que parece enseñorearse de todos los ámbitos sociales y, sobre todo, políticos; que bastante tienen con el peyorativo adjetivo de "casta" para que diariamente aparezcan como noticia de portada comportamientos deleznables que nada tienen que ver con los principios morales que debieran encuadernar el ideario de cualquier formación con teórico espíritu de servicio al pueblo.

Si además sucede que se articula un movimiento organizado en equipo, con la base de una envidia patógena, para atacar a la persona, a la mujer, que destaca en su condición de liderazgo, apoyada en sus capacidades técnicas, culturales y humanas, puede aprovecharse la energía de la envidia colectiva para medrar individualmente y quitarla de en medio a fin de trepar hacia el espacio que se pretende dejar vacante.

Imaginemos que, además, se trate de una formación de nueva creación, con un programa político ilusionante, basado en unos principios éticos de honradez y transparencia, con unas líneas rojas que no deben ser rebasadas por intereses personales que invadan territorios mezquinos de los otros; los de siempre. Si a mayor abundamiento aparece la figura de una mujer brillante, como evidente promesa de éxito, en la cabecera del organigrama, las perspectivas de futuro inmediato parecen del todo favorables. Pero basta un aparente fracaso, por mor de una ley electoral deplorable, para que el trabajo de conquista se vea privado del merecido éxito.

Ahí empezó la labor de zapa y ensañamiento hacia la figura que dio la cara con decisión y, quizá, con demasiada confianza en sus colaboradores más próximos. Los que ahora han pretendido destruirla. No se trata solo de un acto machista al uso, sino ejercido también por mujeres del equipo. Y aquí aparece el concepto desarrollado de la envidia en forma de traición. Se urdió una campaña de desprestigio, sin pruebas, mediante la maledicencia aplicada a la privacidad y al derecho a la intimidad personal de la jefa de filas. Aquí colaboraron los individuos del género masculino, pues debieron compartir los motivos de la conspiración como oportunidad de trepar sin esfuerzo ni necesidad de mayores méritos.

La percepción del ciudadano normal, ajeno a esta subversión interna de un partido en ciernes, como es este caso, es desoladora ante la indefensión de la víctima y la prepotencia de los/as conspiradores/as.

Pero intervino a tiempo la jerarquía máxima del partido, para desmantelar la felonía. Detectados los/as infractores/as, se creó una gestora para reorganizar esta parcela territorial y descabalgarlos de sus inmerecidas poltronas.

El mayor problema, dentro del conflicto planteado, pareció ser el exceso de ambición mal enfocada hacia intereses meramente individuales, sin tener en cuenta su responsabilidad prioritaria, cual es el respeto a los derechos del pueblo; acompañando la falta de formación cívico-política con actitudes inapropiadas en los foros institucionales, con abstenciones artificiosas en votaciones de gran entidad y ostentosos gestos de prepotencia sabiendo ya que estaban defenestrados.

Esperemos que la gestión terapéutica surta el efecto deseado y sirva como ejemplo para disuadir a futuros aspirantes a inadecuados padres de la patria, que son una plaga demasiado interesada, no en un solo partido específico, como en este caso, sino que todas las formaciones políticas corren el riesgo de que se les cuelen en sus filas auténticos facinerosos. El secreto del éxito está en detectarlos cuanto antes para darles aire exterior.

Demostrado queda que la envidia es mala consejera, porque a la larga nadie se beneficia de los sentimientos nocivos. Solo se pretende un daño gratuito que, por fortuna, no siempre se consigue.

* Presidenta de la asociación Por la Rehabilitación del Parque Cultural Viera y Clavijo