Tiene claro que este no es el mismo festival que imaginó cuando se fue a estudiar cine a Nueva York, pero acepta que las reglas del juego han cambiado. Sobre todo, después de permanecer cinco años en un barbecho que a punto estuvo de evolucionar a una de esas parcelas que dejan abandonadas a su suerte sin poder evitar que las ramas de los árboles que han invadido su perímetro dejen caer sobre esta sus frutos maduros. José Víctor Fuentes asegura que montar esta edición del Festivalito de La Palma - Festival de Cine de las Estrellas ha llegado a ser igual de obsesivo que la búsqueda de la Décima por parte del Real Madrid.

¿Con qué intenciones vuelve el Festivalito?

La idea simplemente era volver. Conseguir levantar este proyecto después de cinco años de ausencia ya es una buena recompensa. Lo más importante era averiguar si la gente tenía ganas de que volviera el Festivalito.

¿Y tiene ganas?

Las sensaciones creadas antes de empezar y el revuelo que hay en torno a esta aventura superan nuestras mejores expectativas.

Cinco años es un margen lo suficientemente amplio como para que se pueda perder para siempre un proyecto cultural, ¿no?

En el año 2010, cuando acabó el Festivalito, nos fuimos con la idea de volver, pero cuando retomamos los contactos para empezar a dar forma a la décima edición percibimos que no había demasiado interés en sacar esta iniciativa adelante. Ahora sucedió todo lo contrario, es decir, fueron las instituciones las que se acercaron a nosotros para plantear el regreso del Festivalito.

¿Es un regreso con dudas?

Estamos cogiendo el pulso al festival poco a poco porque nuestro deseo es quedarnos un rato. La idea es hacernos fuertes para no dar señales de debilidad que puedan provocar una situación parecida a la que hemos vivido en los últimos cinco años.

¿Por qué ahora sí se consiguió ese respaldo institucional?

No lo sé, pero intentar lo intentamos... Para que el Festivalito volviera era necesario unir varias piezas; no era posible tirar hacia adelante sin un compromiso institucional firme y esa situación no se dio hasta esta edición. Además de unir las voluntades del Gobierno de Canarias, el Cabildo de La Palma y el Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, lo básico era que el público quisiera que un proyecto cultural de esta dimensión siguiera existiendo y eso es algo que ha quedado claro. Esto no es tan fácil como querer que vuelvas, sino conseguir volver... Este año se dieron esas circunstancias y lo primero que hicimos fue diseñar un presupuesto ajustado a la realidad.

¿Y qué se puede hacer con un presupuesto anticrisis?

Si lo que quiere saber es el dinero que ha costado el Festivalito la respuesta es que ronda los 70.000 euros, que es menos que la primera edición y todavía menos que la última. Nos movemos con un presupuesto mínimo porque lo que nos importaba era poner a funcionar la maquinaria del festival. Yo digo que la crisis no existe; la crisis es una crisis social y la consecuencia es un problema estrictamente económico... El dinero que circula en el mundo es el mismo de siempre, pero ahora se reparte de otra manera.

¿En ese reparto la cultura no sale bien parada?

Lo que interesa a los creadores es que el dinero se invierta en actividades culturales, que fue la principal víctima de un colapso económico que ya dura más de cinco años y que se llevó por delante un montón de iniciativas como las del Festivalito. El gobierno canario, por ejemplo, pasó de invertir ciento y pico mil euros en proyectos audiovisuales a no conceder ni un solo céntimo... Eso es algo increíble, pero cierto. Los que hacemos cine en Canarias no somos culpables de unas deudas que crearon otros, pero nos quitan dinero. A ver si ahora vuelven a invertir en el mundo de la cultura porque se ha generalizado la opinión de que si no existe inversión cultural no pasa nada porque eso es algo que no sirve para mejorar nuestro día a día...

¿Pero el paréntesis que se abrió en 2010 ha sido útil para revisar los cimientos del festival?

Aunque pueda sentar mal y haya personas que no lleguen a entender lo que voy a decir, sí que fue interesante poner distancia con el Festivalito porque por mucha pena que nos quede es bueno ver qué es lo que se estaba haciendo mal y qué podemos transformar para mejorar. A veces no es una mala salida irse durante un tiempo para regresar con otra perspectiva y las ideas más claras. El guion que planifiqué cuando me fui a estudiar cine a Nueva York ha cambiado porque nos tenemos que adaptar a los nuevos tiempos. Por esa razón decidimos cambiar su segundo nombre. Ahora ya no es Festival de Cine Chico, sino que lo promocionamos como el Festival de Cine de las Estrellas. Eso implica un cambio en la línea editorial del Festivalito.

¿Qué implican esos cambios?

En el pasado defendíamos las producciones artesanales hechas con pocos medios y recursos, mientras que ahora miramos hacia unas películas que nos permitan cuestionarnos qué posición jugamos en el mundo. No es que ya no nos interese defender a los pobres porque son los que menos dinero tienen, porque hoy en día la gente que hace cine con unos medios más limitados son mayoría frente a los que se colocan al frente de una producción millonaria. Le añadimos lo del Festival de Cine de las Estrellas porque cuando alguien mira el cielo nocturno de La Palma se vuelve más metafísico y empieza a cuestionarse cosas que forman parte del más allá.

Resumiendo, que ha buscado un equilibrio entre lo artesanal y el pensamiento.

Me gustan las películas que son capaces de remover mis entrañas durante una hora y media; esas que me sacan de una sala con una sensación distinta a la que entré. El Festivalito nunca dará la espalda a los que apuestan por un cine artesanal, pero quería dar un paso más a través de esa búsqueda metafísica. El cine con el que me identifico es aquel que se pregunta qué "carajo" está pasando ahí fuera, es decir, si esto es realmente una crisis económica o es un tinglado que se han montado unos millonarios.

¿Desde el mundo de la cultura se puede dar respuesta a esas interrogantes?

Los gestores culturales estamos convencidos de que la cultura es un arma poderosa para que la gente se haga las preguntas que no hacen otros, aunque lo que no tengo claro es que existan esas respuestas. El cine es una herramienta para trabajar la razón, pero hay más.

¿Cómo se puede razonar cuando el poder minimiza a la cultura?

Una solución sería patalear de la forma más bonita e inteligente que se pueda imaginar; sin tirar piedras y rompiendo cristales. Igual ha llegado el momento de decir: "¡Oiga, soy un ciudadano que también formo parte de esta sociedad y quiero que me den cultura"... Los que vivimos convencidos de que el hecho cultural no se puede reducir a unos intereses económicos tenemos que alzar la voz. Nosotros lo vamos a hacer a través del Festivalito. Durante una semana vamos a dar toda la guerra que podamos para denunciar ese déficit cultural y contar que el ciclo más brillante de la historia del cine en Canarias se está haciendo sin ayudas institucionales.

¿Entonces por qué están tan amenazados este tipo de festivales?

El cine es algo que está conectado con la cultura popular que no se ve en las televisiones. Ni en la Televisión Canaria ni La 2, por muy independiente que sea, se ve el cine de pequeños presupuestos. Por eso es fundamental que exista este tipo de propuestas. Hay que evitar que este tipo de festivales se conviertan en un reducto cultureta y de "sacapasta", que es lo que hacen algunos gestores que parecen empeñados en convertir el cine en una especie de gueto como la ópera.

¿Cuál es su objetivo?

Primero, que la gente que venga al Festivalito se vaya diciendo: "¡Dios mío, menos mal que vine!". Además, queremos llegar a donde nunca hemos llegado.