El Tenerife ha cumplido medio mes de pretemporada, quince días de trabajo en los que ha predominado la preparación del músculo, pero en los que no se ha dejado de lado la otra parte de la puesta a punto, la relacionada con el balón y con el funcionamiento del grupo; la que controla Raúl Agné des-de el menor detalle. Ayer tocó ración de fútbol en las instalaciones de El Mundialito.

El técnico no traiciona sus principios. Siempre defendió su convencimiento de que los equipos tienen que pisar el césped para ganar, y para eso necesitan marcar goles. Por tanto, aprovechó la parte final de la sesión para acostumbrar a sus futbolistas -casi todos ya lo conocen de la campaña pasada- a atacar, a llegar al área contraria cuanto antes, con rapidez y también con cabeza. Marcando la pauta, el preparador físico, Toni Masterrer, cantaba segundo a segundo el tiempo que tardaba en llegar el balón de una punta a la otra del campo. No más de diez; once o doce segundos alguna que otra vez.

Estilos aparte, que están claros en el caso de Agné, quizás sirvan de indicio las posiciones de algunos futbolistas en un ejercicio que reunió a once futbolistas en dos equipos diferentes, los que tenían que recuperar y atacar. Cada uno se enfrentó a otro conjunto formado por nueve jugadores.

Por ejemplo, Moyano actuó en ambos como lateral derecho, mientras que Cámara y el canterano Nahuel se intercambiaron en la otra banda. En el eje de la zaga, dos parejas: Germán-Carlos y Jorge-Alberto. También dúos diferentes en el centro del campo: Ricardo-Vitolo y Aitor-Abel. En los extremos, sin sorpresas en la derecha, con el recuperado Suso y Omar como alternativa. En la izquierda, el técnico tuvo más problemas por la lesión que sufre Jairo. Tiró del juvenil Nadjib y de Rivero, al que el club le ha aconsejado cambiar de equipo. Y en ataque, Pedro es fijo: jugó en los dos equipos, primero con Cristo González como aliado y luego acompañado por Nano. Los porteros se fueron rotando.