"Los niños aprenden de lo que los rodea". La frase es de María Montessori, una educadora nacida en 1870 que tuvo mucho que ver en la renovación de los métodos pedagógicos de principios del siglo XX. Investigando para escribir este artículo he descubierto que Montessori fue una humanista italiana, que, además de su vocación por la enseñanza, fue la primera mujer que se graduó en Medicina en Italia. También se desarrolló en la filosofía, la antropología, la biología y en otras áreas que me ahorro para no cansarte. Tiene un perfil muy interesante y hay abundante información en Internet.

De ella me han llegado a través de las redes las recomendaciones que hizo a los padres de familia de su época desarrollando la primera idea: los niños y las niñas aprenden de lo que los rodea. Y así, en una lista, Montessori expone casi una veintena de puntos de los que destaco algunos: "Si elogias al niño, él aprenderá a valorar; si se le muestra hostilidad, aprenderá a pelear; si se es justo con él, aprenderá a ser justo; si crece sintiéndose seguro, aprenderá a confiar en los demás; si se le denigra, desarrollará sentimiento de culpa; si se le alienta, ganará seguridad en sí mismo...". Según he leído, su aportación revolucionó el sistema educativo de aquel tiempo. Y creo que todavía tenemos que seguir tomando nota.

La interacción social nos conforma como personas desde que somos pequeños. En esa relación con los demás nos modelamos y nos moldeamos. A veces para mejor, a veces para debilitarnos. Pero esa relación social no acaba en la infancia y continúa "haciéndonos" a lo largo de la vida.

Esto me ha recordado a la "inteligencia social" de Goleman. Daniel Goleman fue famoso por publicar "Inteligencia emocional", que se convirtió en un fenómeno editorial con más de cinco millones de ejemplares vendidos en todo el mundo. Luego se adentró en el terreno de las relaciones interpersonales y escribió otro libro llamado "Inteligencia social". En esa obra, Goleman habla de un nuevo campo llamado "neurociencia social" y explica que el descubrimiento más importante de esta es que nuestro sistema neuronal está programado para conectar con los demás. Según cuenta, "los circuitos sociales de nuestro cerebro se ponen en marcha en cualquier encuentro, no importa si nos hallamos en el aula, en el dormitorio o en la sala de ventas. Estos circuitos están activos cuando la mirada de los amantes se cruza y se besan por vez primera o en la intensidad de una charla apasionante con un amigo".

La plasticidad neuronal, dice Goleman, explica el papel que desempeñan las relaciones sociales en la remodelación de nuestro cerebro. Por eso, aclara, "no es de extrañar que sentirnos crónicamente maltratados y enfadados o por el contrario emocionalmente cuidados, acabe remodelando los senderos neuronales de nuestro cerebro". Estos hallazgos ponen de relieve el impacto sutil y poderoso que sobre nosotros ejercen las relaciones.

La receptividad social del cerebro, añade, "nos obliga a ser sabios y a entender no solo el modo en que los demás influyen y moldean nuestro estado de ánimo y nuestra biología, sino también el modo en que nosotros influimos en ellos". Aquí radica una de las claves de la inteligencia social, me parece a mí.

La otra clave es que ser inteligente social "sugiere una nueva dimensión de la vida bien vivida: comportarnos de un modo que resulte beneficioso para las personas con las que nos relacionamos". Por eso, a pesar de la existencia de relaciones negativas con sus negativas consecuencias, tal y como lo expresa Goleman, "el mundo social nos proporciona también, en cualquier momento de nuestra vida, una oportunidad de curación".

@rociocelisr

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