Las escobas nuevas siempre barren mejor. Como los políticos nuevos, que siempre tienen grandes y luminosas ideas que luego se tropiezan con la realidad. Dicho eso, reconozco que me parece espléndida la propuesta del consejero de Sanidad regional, el socialista Jesús Morera, planteando que los centros y hospitales de las islas realicen pruebas diagnósticas por las tardes y también los fines de semana, para lograr reducir las listas de espera en las islas. El problema de esa iniciativa es que va a resultar muy difícil llevarla a cabo con el mismo personal que hay ahora. Y aunque Morera reconoce que hará falta más personal, lo cierto es que el pasado martes el propio Morera aprobó junto al resto de los consejeros reunidos en Consejo de Gobierno unas directrices para los presupuestos 2016 que impiden la contratación de nuevo personal.

Entre la voluntad de hacer y la posibilidad de hacer suele imponerse la realidad, que es bastante tozuda. A mí me gusta la música del discurso de Morera, pero sospecho que la banda con la que cuenta va a desafinar pronto. El consejero nos habla de recuperar la universalidad de la atención sanitaria, perdida en estos últimos cuatro años de ajustes del PP, y hace un diagnóstico certero sobre la sanidad canaria: existe una general satisfacción de los ciudadanos una vez que ellos o sus familiares enfermos entran en el sistema. El problema son las dificultades y retrasos para poder entrar, que agravan la situación de los pacientes o los someten a angustiosas esperas. Morera no se limita a ese diagnóstico, sino que plantea también la necesidad de un plan de urgencias -ya es un compromiso del pacto de Gobierno suscrito entre Coalición y el PSOE- que regule quiénes deben ser atendidos y quiénes deben ser derivados. Es asombroso que la sanidad canaria no cuente aún con ese plan.

Es un hecho que la saturación de las urgencias tiene mucho que ver con una mala educación para la salud, con el desconocimiento sobre el funcionamiento de los servicios sanitarios y con la tendencia a recurrir al médico para todo, incluso en busca de apoyo sicológico ante una dolencia. Todos los pacientes tienen el derecho de ser atendidos, pero aquellos cuyos síntomas no son de prioritario tratamiento impiden en muchos casos prestar la debida atención a quien más la necesitan..., y eso no se resuelve sólo con decisiones organizativas o con criterios de actuación. Además, hace falta educar, sensibilizar, explicar a los ciudadanos lo que requiere ser tratado de forma inmediata y lo que no debe serlo, y crear mecanismos para penalizar los abusos si los hubiera.

Y luego esta el factor clave de conseguir implicar e ilusionar a los trabajadores. Se dice siempre, pero suele ser una reflexión milonguera. Y es lo primero: sin movilizar el entusiasmo de miles de implicados en el funcionamiento del sistema, aquí no va a cambiar nada. El anterior gobierno maltrató -más de palabra que de obra- a los médicos y enfermeros. Morera debe empezar por recuperar su confianza. Y si en 2016 no va a disponer de recursos para nuevos contratos, que no hable de hacerlos.