Los conductores parecían preguntar con su mirada interrogante qué significaba aquella cola de personas que serpenteaba ante una de las puertas de entrada al Auditorio, un martes, no festivo, y a poco de que los relojes marcaran las diez de la mañana, hora inusual para celebrarse un espectáculo.

"Ahí están repartiendo algo", comentaba con cierto tono irónico un viandante. Y no le faltaba razón. El castin que entre ayer y hoy realiza la productora Sur Film en el hall del Auditorio busca eso, repartir a 800 afortunados, de entre los más de 7.000 aspirantes registrados para la selección, el premio de figurar en el reparto de la quinta entrega de la película de la saga Bourne, una superproducción cuyos responsables han elegido diferentes localizaciones de Santa Cruz para rodar escenas de acción desde el mes de septiembre.

Esta fase, una primera criba, se centra en recopilar los datos personales de las personas inscritas, que inmortalizaron su paso por el castin con un "momento" de exposición fotográfica y la ilusión de que ese "ya lo llamaremos" se haga realidad y acaben convirtiéndose en una parte protagonista, aunque anónima, de la película.

Con todo, este tipo de convocatorias resulta propicia para un estudio de campo por parte de disciplinas como la Sociología. Desde el análisis de las motivaciones, a la heterogeneidad de perfiles físicos, mentalidades, creencias, deseos, ilusiones.., la erótica de la pantalla es capaz de concentrar a un grupo humano diverso en un lugar preestablecido y a una hora fijada en busca de un mismo objetivo: ser figurantes.

Con una cuidada organización, los miembros del staff de la productora iban "conduciendo" al flujo de aspirantes desde la lineal cola hasta la desembocadura, unas mesas en el hall del Auditorio donde, identificados con una pegatina que los convertía en una serie de dígitos, se registraban para a continuación mostrarse en el set: un par de clicks y el siguiente. Apenas unos minutos, tan fugaces como un instante de gloria.

Un grupo de jovencitas inmortalizaba la experiencia con el recurrente selfie. "Prefiero que me descarten porque no encajo en el tipo que buscan a que me digan que no alcanzo una mínima calidad fotogénica", decía una de ellas mientras movía las pestañas.

Con un paso más pausado estaban quienes desde la sabiduría de la madurez se tomaban la cosa como un "divertimento" y tras desprenderse de la impersonal pegatina continuaban su mañana.

Y también aquellos que asumían tanto su papel "protagonista" que hasta rehuían a los periodistas con la clásica frase "no hago declaraciones" y un aspaviento.

Acaso lo más parecido a un griego residente en la Isla, un perfil que también se requería en la selección, fue aquel que preguntó. "¿Y cuánto dicen que pagan por día?".