Ya se ha olvidado, como casi todo lo que ocurrió hace demasiados años, pero en su día Manuel Hermoso, alcalde de la capital tinerfeña, conquistó muchos titulares con un discurso de alto contenido político y reivindicativo que soltó ante el Rey de España en el salón de plenos de la ciudad. Era la primera vez que un político canario le decía al jefe del Estado que las Islas Canarias estaban muy mal tratadas por los políticos "centralistas", olvidadas donde el diablo perdió los calzones y abandonadas por ese eufemismo político llamado "Madrid". Juan Carlos I escuchó las palabras con cara de póker y después, en el acto protocolario, le dijo a Hermoso que lo de Canarias era un tema que le preocupaba mucho. De hecho el Rey siempre fue un buen aliado para hacer que el Gobierno prestara atención a algunas cosas en las Islas.

La entrevista de Fernando Clavijo con Felipe VI es una especie de "revival" en la intimidad de aquella puesta en escena de Hermoso, que quería llamar la atención de Madrid con una arriesgada salida del protocolo ante el jefe del Estado. Clavijo no plantea una desafección, como hizo Paulino, ni baraja amenazas que en el escenario actual, con la debilidad que tiene el nacionalismo canario, son bravatas inútiles. El problema de la chulería del pasado Gobierno no es que le faltara razón, sino que le faltaban fuerzas. Es como si el más escuchamizado de la clase amenazara al capitán del equipo de rugby con quitarle el bocadillo en el recreo. Para mearse de la risa. Que es un poco lo que hizo Madrid.

La vía elegida por el nuevo Gobierno es la de un diálogo que se viene escenificando en todos los frentes. Desde el curioso encuentro con Soria, denominado comisión mixta (igual la podían haber llamado una paella de mar y tierra) hasta la entrevista con el Rey, la estrategia de Clavijo es utilizar la herramienta de la convicción antes que la de la amenaza.

Es verdad que a Canarias hace falta explicarla. A veces incluso ante los propios canarios. Existe una enorme diferencia entre la subvención y la compensación. Hay que hacer apostolado de la situación de las Islas ante Madrid, que nos sigue viendo como un destino exótico, de sol y playa, acostumbrado a vivir de la papa suave de las ayudas, con gente aplatanada por no decir vaga y siempre quejumbrosa: un topicazo franquista que no nos quitamos de encima ni a palos.

Las condiciones extremas de nuestra sociedad, donde los indicadores de riqueza comercial y turística se confrontan con los de pobreza y exclusión social, hablan de problemas estructurales graves. Muchos son de nuestra exclusiva responsabilidad. Hemos aprovechado mal los fondos de los que dispusimos en el pasado y no hemos sabido crear una agricultura y una industria adaptadas a las potencialidades de las islas.

Comenzar un nuevo Gobierno desplegando una nueva estrategia de diálogo es un acierto. Aunque el diálogo sea un brindis al sol. Ya veremos si a través de este nuevo escenario se consiguen más acuerdos para Canarias que a través de los conflictos. Se cazan más moscas con miel que con vinagre. Pero eso que por simplificar llamamos Madrid no es una mosca, es un avispero.