Escuchando a los apasionados de las redes sociales observo el interés, cuando no la preocupación, que existe en torno a lo que llaman "reputación online". De forma más o menos habitual aparecen recomendaciones para cuidar la "marca personal" (que es también una expresión muy twitera) e ir construyendo un halo de "buena fama" que hable bien de uno mismo en el mundo virtual. No hace mucho incluso vi una reseña sobre cómo actuar ante la violación de nuestra reputación online, y explicaba cómo contenidos negativos o que vulneren nuestros derechos en la red pueden "causarnos graves perjuicios en la vida diaria". Ponía como ejemplo, efectos de cara a buscar trabajo o progresar en el actual, pedir un préstamo o, simplemente, a la hora de conocer gente nueva.

En este sentido, el mundo virtual me resulta muy real. Y como en el mundo palpable, existe también esa afición por el rumor malintencionado, que es al que yo me quiero referir. Ese runrún bronco, confuso y continuado, quizás basado en una media verdad o quizás en una mentira entera que persigue con ahínco desacreditar a alguien, quebrar su crédito o quebrar a la persona misma. El chisme y su aguijón malicioso tienen un poder seductor que asombra, y se propagan fácilmente entre gente que, a lo que se ve, nada mejor tiene que hacer. Leí no sé dónde que hay que estar muy aburrido de la propia vida para ser una fábrica constante de murmuración. Qué cierto.

Esto es muy real y muy serio también. No te digo nada cuando se trata directamente de una falsedad. La calumnia es causa de profundas injusticias, hace añicos la confianza y resulta difícil de reparar. Nada menos.

En un artículo que encontré publicado con el sello de la Diputación de Barcelona y firmado por Fabio Gallego, que a su vez cita un estudio científico, se afirma algo que me resultó clarividente: "El rumor es un fenómeno subliminal y una forma de acoso social, que halla refugio en los pensamientos irracionales, por lo que no se puede contrarrestar con racionalidad". Hay quien prefiere creerse lo que se cuenta antes que el hecho real.

La investigación científica a que se refiere es de hace algunos años, según he podido leer en la revista Tendencias 21. Ahí se explica que "los chismes afectan profundamente a la reputación de una persona y condicionan el comportamiento de los demás hacia ella por encima de la información objetiva". En el experimento científico dirigido porRalf Sommerfeld realizado en Alemania, participó más de un centenar de estudiantes. Lo que los investigadores descubrieron es que "lo que se rumorea acerca de un individuo concreto entre un grupo de personas tiene más poder en el comportamiento y el juicio de estas hacia dicho individuo que las observaciones directas acerca del mismo".

Los rumores, por tanto, afectan a la reputación de las personas y tienen un enorme potencial manipulador. La diferencia está en que si el rumor es positivo aumenta la cooperación con el sujeto en cuestión. Si el rumor es negativo, la persona va quedando en la estacada. O sencillamente dañada. De ahí su poder de desgastar a cualquiera, creo yo, y la dificultad a la hora de restaurar el honor, la credibilidad o la valía individual. Me da la impresión de que nadie está libre de ser el blanco no solo del rumor negativo, del cotilleo absurdo, del chisme burlón, sino del lío severo, del enredo o de la misma difamación.

Empiezo a entender que el rumor malintencionado encuentra acomodo en la carencia de criterio propio, quizás en la escasez de inteligencia, tal vez en la inmadurez personal, pero, sobre todo, en la ausencia de bondad.

@rociocelisr

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