Sigo teniendo en mi nómina de amigos aquellos que ya lo fueron en mi niñez, adolescencia, juventud, madurez... Solemos coincidir en muchas cosas, tener gustos comunes, admirar o rechazar los mismos acontecimientos... Pero quede bien claro que, cuando no coincidimos, sabemos mantener, cada uno, nuestros puntos de vista. Alguno de ellos me transmite, de vez en cuando, algún problema gramatical. Los comentamos, los discutimos y...

El pasado miércoles, y con un intervalo de seis minutos, dos amigos me llamaron desde Santa Cruz: Lorenzo Dorta y José María Velázquez, los dos con un solo fin. Pretendían que yo les aclarara unas dudas gramaticales. A Lorenzo le sorprendía la voz catáfora. (¡Toma, y a mí!). De tal palabra, de su existencia no me había enterado hasta ahora.

-Mira, Lorenzo: sé lo que es una anáfora: (A mi cuñado le gusta mucho el melón). Si esta oración que ofrezco entre paréntesis tiene un complemento directo, que es mi cuñado, sobra, creo yo, el pronombre le porque tal pronombre hace referencia precisamente a mi cuñado. Pero suele utilizarse sin problemas. También sé lo que es una metáfora (cabellos de oro, dientes de perlas, labios de rubí, como se dice en la canción "Muñequita linda"). Pero eso de catáfora, ni lo sé ni tengo prisa en enterarme de qué se trata.

Seis minutos después -ya lo dije antes- me llamó José María.

-Amigo Carlos: hazme un favor. ¿Qué significa para ti la palabra némesis?

-Hombre, José María, si está escrita con mayúscula, se hace referencia con ella a una diosa griega. Diosa de no sé qué, aunque creo que es diosa de la venganza. ¡Casi nada!

-Es que la he visto con minúscula y me he quedado...

-Te ocurre lo que a mí, amigo mío. Tampoco yo sé lo que significa la palabra némesis. Pero te digo más. Mientras hablaba contigo, consulté el DRAE y ¡nada de nada!. Así que quédate tranquilo y no te preocupes por tan poca cosa.

Se me ocurrió, media hora después, buscar en varios diccionarios, el significado de la voz catáfora. Debo reconocer que casi todos la explicaban a su manera, pero como soy de inteligencia retardada, no he podido sacar en claro el significado preciso que pretendía conocer uno de mis amigos. Por lo que a mí respecta, como no entra en mis cálculos emplear tal vocablo, me di por vencido y ¡allá penas!

Pero, para olvidarme, me pongo a leer el tomo 8º de las obras completas de don Camilo, en cuya tarea llevo bastante tiempo; y en la página 249 veo que el famoso novelista ha escrito estas palabras: "Se me ha venido a la pluma esta disgresión estética...". Me sorprendió mucho la frase porque nunca he escrito la palabra disgresión, sino digresión, sin la letra ese intercalada entre la i y la g. Cierto es que la palabra disgresión la he oído más de una vez, y salida de los labios de personas con una cultura más que mediana. Pero no la recoge ni un solo diccionario de los que he podido consultar. De todos modos, no se me ocurre acusar al señor Cela de un error de tal calibre. Me resulta más sencillo, y creo que más oportuno, pensar en un error tipográfico. A no ser que cuando el Nobel gallego escribió disgresión, la palabra se empleara así. Quiero decir que estuviera en vigor. Dejo escrita tal fecha por si sirve de algo: 29 de enero de 1949.

Lo que saco en claro de todo esto es que puedo estar equivocado. Ustedes dirán. Ni José María ni Lorenzo tienen motivos para preocuparse. Eso de némesis y catáfora no parece asunto con trascendencia.