Las convulsiones, y confusiones, en la España de nuestros días están llegando a niveles de dispersión y de soledad. También de sedición o de traición. De manera partidista o contradictoria, en algunos casos. Y en otros como una ingeniería sociopolítica, demoledora, a medio y corto plazo. Entre la sorpresa de los constitucionalistas y la inercia de buena parte del pueblo español, cuya soberanía popular creía haberse conseguido con la Constitución de 1978.

En la preparación de mi lección de cátedra, hace más de cuarenta años, sobre el tema "Ortega y Gasset y el pensamiento jurídico contemporáneo", indagué en sus obras completas todo lo que don José pudiera haber dicho sobre el Derecho y la Justicia. Aunque he de reconocer que, más adelante, en otras obras inéditas, como "¿Qué es filosofía?", pude investigar mejor por qué Ortega, desde afirmar "la justicia es un cuento chino" (1902), se centra en la realidad del Derecho, la ciencia jurídica y la filosofía jurídica.

A los efectos de este artículo, significo que pude enterarme bien de la discusión en el Congreso de los Diputados, ante la Constitución de 1931 de la II República, entre Azaña y Ortega, acerca del Estatuto de Autonomía de Cataluña. Durante varios días la discusión parlamentaria brilló con gran altura, como destacaría García de Enterría, con posterioridad a mi obra "El Estatuto de Cataluña. Una meditación sobre España", segunda edición, 2010. Azaña era un posibilista sobre un Estatuto de entonces, con menores desde luego competencias que el vigente como Comunidad Autónoma. Azaña aceptaba el sentimiento nacionalista, pero lo creía compatible con otros sentimientos del resto de los españoles, entendiendo Ortega que al lado del sentimiento catalán, sobre su identidad había otro sentimiento del resto de los españoles, y que Cataluña era España. Y ante esos dos sentimientos, la idea de la "conllevanza" era fundamental.

Pero no acaban ahí sus efectos demoledores. La consecuencia se trasladó hace tiempo hacia una menor religiosidad y a un claro incremento de la laicidad en Cataluña. Y creo que la Iglesia española tendrá pronto que reflexionar sobre este punto. ¿Quién hay que pueda recordar el artículo 10 de la Constitución, que encomienda a las Fuerzas Españolas la defensa del orden constitucional? Las referencias solapadas contra la Monarquía han de verse desde un escalón de la ingeniería política, que se quiere presentar como "federal" o territorial (Pedro Sánchez), pero que, por su propio peso, como en 1936, podría caer sin ruido. En resumen, que la unidad de España afecta a la unidad religiosa, y ambas convergiendo, antes o después, en la desnaturalización de la monarquía tradicional y católica de España.

*Premio Nacional de Literatura