El puerto de Santa Cruz es una de las infraestructuras más importantes de Tenerife, pues, independientemente de su aportación directa al PIB, tiene un efecto estratégico vital, además de su función tractora en la mayoría de sectores económicos.

Su primer impacto lo tenemos en la productividad en la recepción y entrega de mercancías, tanto a granel como en contenedores o tráfico rodante. Ahí coordina las operaciones de portuarios, la concesiones de las terminales, los servicios auxiliares, la política comercial y la planificación y ejecución de infraestructuras, y su reflejo inmediato es la paz social y la efectividad de sus servicios. Frases como la puerta de entrada y salida de la Isla o la célebre columna "El puerto es lo primero" reflejan la importancia y calado social de dicha institución.

Tiene en sus manos una serie de decisiones estratégicas que deberíamos subrayar en la agenda de grandes asuntos de la Isla. El incremento de turistas de cruceros, con una terminal digna que ofrezca los servicios necesarios para la comodidad del visitante y de los residentes. La recuperación de la reparación naval o de plataformas petrolíferas, que aportan mano de obra y un alto valor añadido en los sectores del metal, hotelero, industrial o comercial. Ni que decir tiene la importancia de la puesta en marcha del puerto de Granadilla y la complementariedad con el puerto capitalino y la oferta de tráfico internacional o logística, que crearán nuevos nichos de mercado que ayudarán a la creación de empleo.

Por último, y no menos importante, también debe despejar la incógnita del impacto de las importaciones y exportaciones de graneles líquidos y la afectación a la recaudación de tasas o a los extracostes que podrían generar en as escalas del resto de mercancías.

Sin duda, una institución a mimar y a dotar de recursos económicos y humanos competitivos, pues en ella basamos los cimientos de la riqueza.