El rabo de gato ha colonizado arcenes de las carreteras, solares urbanos o huertas abandonadas. La capacidad de esta especie invasora para reproducirse hace que aparezca por casi toda Canarias y, sobre todo, que su erradicación se antoje difícil.

Lo reconoce, para el caso tinerfeño, el consejero de Sostenibilidad, Medio Ambiente, Aguas y Seguridad del Cabildo de Tenerife, José Antonio Valbuena, que califica de "inviable" una solución a corto plazo tanto para esta variedad como para otra conocida como "lágrimas de la virgen", catalogada también de invasora.

A fin de poner coto a la situación actual, que no es positiva para algunas formaciones vegetales del Archipiélago, se está tratando de realizar algún tipo de proyecto con fondos europeos, explica el político socialista.

Según describe, los objetivos sobre los que se está trabajando ahora mismo, y que se podrían potenciar de acabarse llevando a cabo alguna nueva iniciativa de mayor alcance, es en controlar la penetración de las especies invasoras o potencialmente invasoras, regular las actualmente existentes y, además, reducir la presencia de estas.

Sin embargo, la principal dificultad a la que se están enfrentando quienes intentan eliminar el rabo de gato es que sus semillas se transportan muy fácilmente a través del viento, lo que ha llevado a lograr el grado de expansión que ha alcanzado en los últimos años. A eso se une que, si bien hay tratamientos, estos no acaban de presentar los "efectos deseados".

"Son especies que su capacidad de reproducción en los márgenes de las carreteras es realmente importante", detalla el consejero insular. "Eso no quita para que se tenga que hacer algo, porque, si no se hace y no se intenta poner control, la capacidad de crecimiento sería mayor de la que actualmente existe", manifiesta.

Con todo, Valbuena plantea que lo ocurrido lleva a tener que ser cada vez más "precavidos" a la hora de controlar la presencia de especies no tradicionales en el paisaje local cuando estas son de tipo invasor.

Ahondando en los orígenes, el inicio de este problema en Canarias surge en la mitad del siglo pasado, lo que ha derivado en una propagación que hace que, a día de hoy, ocupe más superficie que otras especies isleñas características, de una forma especial desde la zona de litoral hasta municipios de medianías.