El emergente liderazgo insular de Antonio Morales en Gran Canaria debe tener a Román Rodríguez con las orejas política tiesas. Morales no es de los que pasan desapercibidos. Su aterrizaje en la presidencia del Cabildo se amenizó con una serenata insularista muy inteligente, pero muy explícita. Canarias, dijo, no se puede gobernar sin una isla, no se puede gobernar olvidando a Gran Canaria. Que es lo mismo que decir con tono solemne: un coche no puede caminar bien si le falta una de las ruedas. O no se puede llegar al piso de abajo si te dedicas a subir por la escalera, porque seguramente llegarás al piso de arriba.

Lo bueno de decir obviedades que suenan grandilocuentes es que dan el pego. Por supuesto que Canarias se puede gobernar olvidando a Gran Canaria. De hecho se puede gobernar olvidando incluso a Canarias, como ya ha pasado. Lo que ocurre es que es sumamente difícil mantenerte en el machito cuando te dedicas a tocarle las narices a una de las dos islas capitalinas y, casualmente, a la más quisquillosa. Lo que en realidad quería decir Morales era algo así: Clavijo, hijo mío, te advierto que estoy aquí con la escopeta cargada y vigilando los presupuestos.

El insularismo grancanario, a diferencia de otras manifestaciones autóctonas, es mucho más elegante que sus congéneres. Para empezar nunca se reconoce a sí mismo como insularismo, aunque maneje todas las claves del lenguaje patriótico. Vamos a defender a Gran Canaria desde el Cabildo, pero sin insularismos, dijo Antonio Morales. Es, como se puede ver, otra frase lapidaria. Vamos a sumergirnos hasta las orejas en la marea para coger lapas, pero sin mojarnos las nalgas. O sea, como un imposible metafísico. Pero lo importante es el lenguaje bélico que siempre acompaña al patriota insularista: "defender". ¿De qué ataque van a defender la isla? ¿Hay alguien atacando a Gran Canaria? Vete tú a saber. Clavijo practica kárate y al igual Morales anda mosqueado. Menos mal que después de la primera "cumbre" Gobierno-Cabildo el presidente insular se ha quedado más tranquilo con el buen rollito de Fernando Clavijo.

O Antonio Morales ha puesto el trasero en el mismo sillón que Bravo de Laguna y se le ha pegado algo por salva sea la parte o la infección isloteñista ya la traía puesta. Pero ha entrado duro. Ya ha dicho que por el gas no pasa. Y que ni un metro cuadrado más de suelo para uso turístico en la isla. Son dos decisiones que, vistas desde fuera, parecen sumamente contundentes y arriesgadas. Clavijo se habrá quedado a cuadros. Una isla que renuncia a la inversión en el desarrollo del gas y que no está por seguir creciendo en el sector turístico. Morales, que es un político bastante listo, debe tener un plan alternativo de desarrollo que no pasa ni por más turismo ni por más inversiones inmediatas en energía. En tanto lo pone en marcha, en el Cabildo de Tenerife deben estar brindando con champán.