La Virgen se va de la ciudad sabiendo que su gente la adora. Si realmente vive y tiene sentimientos, como afirman los cristianos, ayer notó no solo el cariño y respeto de una Isla sino la esperanza que muchos palmeros tienen depositada en su misericordia.

La procesión de subida de la venerada imagen a su Santuario puede sonar, para aquel que no la conozca, un "rollo" religioso venido a menos, exclusivo de los devotos, pero la realidad es que no lo es. Ni de lejos. Primero porque es un acto salpicado de representaciones. De esas cosas que el palmero crea como nadie. Arte e historia. Y segundo, y aunque resulte si se quiere extraño, a la Virgen de las Nieves en La Palma la adoran incluso los ateos. A otras quizás no, pero a ella sí. Muchos (no todos) de los que nunca van a misa, que hasta llegan a rechazar lo que los evangelios promulgan, se meten cada lustro en la plaza de España para subir hasta el monte junto a la Virgen. ¿Por qué ocurre? Con seguridad, ni idea. Quizás deba ser que desprende una atracción diferente para los que viven en esta tierra. Quién sabe...

Antes de la procesión, la misa. Las siete de la mañana de un día festivo, que se dice pronto, y la iglesia de El Salvador estaba abarrotada. ¡Qué calor! Fuera, en la plaza, había más fresquito, aunque cada espacio libre se fue poco a poco ocupando por los que se levantaron más tarde. De estar "sobrado" a sentirte "apretado". Es lo que tiene la multitud. Aparece la imagen de la Virgen por la puerta de la parroquia. Siempre a hombros de los Custodios. Pasaban las ocho de la mañana. Le cantan una Loa que aseguran que era nueva (queda bonita pero al cronista le "supera"), y la procesión enfila la calle Real.

En el atrio del ayuntamiento, la recibe una representación de los diferentes actos disfrutados en esta Bajada. Un acierto. Por un suspiro te acuerdas de lo vivido: los enanos, el minué, los mascarones... sí, también te acuerdas de Laura González. Te da bajona. Miras a la Virgen lo más cerca que puedes, y pides por ella. No quieres nada para ti, nada es nada, solo que la arrope cuando la vea.

La procesión se convierte desde el principio en un acompañamiento. No es una imagen y toda la gente detrás, como marca la tradición. La fotografía del acto es: primero van miles de personas, luego la Virgen y por último, otras miles a su espalda. ¿Cuántas? Muchas. Una "locura". Todos caminan por la calle Pérez de Brito. Despacio por la vía empedrada. Vecinos lanzan flores desde los balcones al paso de la Patrona y se oye el habitual "Viva la Virgen de las Nieves", "¡Viva!".

En la Placeta, los "castellanos" se ponen al frente de la procesión. Se "apoderan" de la imagen. Y un poco más arriba, al llegar a las Cuatro Esquinas, se produce el "toque de silencio", con salvas de honor desde el Castillo. Sí, esto tiene su "ciencia" y por momentos resulta atrayente.

Se llega a Baltasar Martín, una recta por el Velachero y la subida entra en Benahoare. En la populosa urbanización se produce la despedida oficial, que mucha gente se perdió al preferir seguir hasta la Cueva de El Roque. El alcalde y el presidente del Cabildo se meten un pequeño "alegato". Lectura de un poema, pieza musical cortita... y a seguir que se hace tarde.

Un kilómetro más arriba, la Alegoría de la Conquista. La procesión se para de nuevo. Es una representación creada en 1925 que habla de un "choque" entre las razas benahoarita y castellana. Los "castellanos" se caen de la subida y la imagen queda en manos de sus fieles (creyentes o no) que la llevan en volandas hasta llegar al Cuadro Plástico, en el que se canta el ave María a la Virgen.

Este año se introdujo otro elemento nuevo. Es así: unos trabajan a destajo y otros critican o mandan a criticar. La procesión se encontró otro poblado aborigen bien diseñado, con elegancia y rigor en la vestimenta, en el que se representó la obra "Asieta de los Benahoaritas", composición para voz y percusión, en la que también sonaron los bucios.

De allí, en el último tramo del barranco de las Nieves, hasta el Real Santuario, los Custodios de la Virgen, son unos "fieras", metieron otra "marcha" para llegar al mediodía, sin demasiado retraso, a la iglesia del monte, donde la Patrona estará durante los próximos cinco años.

Por cierto, arriba también se puede visitar. Su casa está abierta.