Hay personas sin suerte: se caen, hacen un gran esfuerzo para levantarse, pero vuelven a caerse dos minutos después; se arruinan, se hacen millonarios en poco tiempo, y vuelven a arruinarse sin que se sepan, a ciencia cierta, los motivos. Se enferman, se curan en un santiamén y vuelven a contraer la viruela, la escarlatina o una bronquitis aguda. En realidad, todo esto lo saben ustedes. De lo que no estoy tan seguro es de que, además, sepan ustedes que existen palabras -¡pobrecitas!- a las que les ocurre idem de idem. Quiero referirme ahora, de un modo especial, a la palabra área, de la que siento mucha lástima a causa del lastimoso trato que recibe: la feminizan, la masculinizan, vuelven a feminizarla, razón por la cual la pobrecita no sabe si debe comenzar a vestirse por la cabeza o por los pies.

Una de las personas que tienen a maltraer a la infeliz palabra es cierto famoso presentador de televisión -creo recordar que es de Antena 3-, quien la golpea un día y otro sin querer darse cuenta de que la voz en cuestión no debe llevar pantalones, sino falda, siempre falda, aunque en esto de las modas nunca se sabe.

Por si no fuera suficiente lo del famoso presentador, ocurre que en cierto periódico deportivo se han unido al vejatorio trato otras personas. He tenido oportunidad de ver en tal periódico una panorámica aérea, en la que aparecen varias mansiones señoriales, y de las que dicen que viven David Beckham, Tom Cruise y no sé qué más famosos del cine y del balompié. El pie de foto reza así: "Bel Air es el otro gran área residencial de lujo de Los Ángeles". O sea, que se pone otra vez de manifiesto el afán de algunos de masculinizar la palabra área. Y como todavía hay quienes obedecen ciegamente a la inolvidable señora Bibiana Aído, uno no sabe a qué carta quedarse.

Leí hace mucho en El mojo, de este periódico, las palabras de una señora que expresaba su malestar porque a su hijo lo consideraban matrona porque cumplía el sagrado deber de ayudar a que el mundo se llene de niños. No sé lo que al respecto opinará mi amigo José Ángel, a quien todo el mundo llama pediatra en lugar de pediatro. Ni lo que opinará mi amigo Pedro Méndez porque, al ser empleado de la Telefónica, lo llamamos telefonista en lugar de telefonisto.

Si me salgo del terreno más próximo a mis amigos, hay otras palabras que están pidiendo a gritos que las cambien; que les supriman la a final y la sustituyan por una o. Por ejemplo: ¿le gustaría a Rafa Nadal que lo llamaran tenisto? ¿Y que a Fernando Alonso lo conocieran como automovilisto velocisto? ¿Y qué podríamos decir de quienes se oyeran llamar periodisto, psiquiatro, gimnasto, atleto, piragüisto, violinisto, pianisto, submarinisto, flautisto, equilibristo, trapecisto, callisto, oculisto... Y, como final de los ejemplos, no cito la palabra logopeda porque temo que esto empiece a dar mal olor.

Pues bien: todo lo que está sufriendo la palabra área, femenina de nacimiento -área extensa, área productiva, área quemada por el fuego, área improductiva...- porque así lo han querido escritores, periodistas, académicos, presentadores de televisión... ha sido defendido a capa y espada por doña Bibiana. Y, aunque al principio lo tomamos a gracia, la verdad es que la señora ha conseguido, al menos medianamente, eso de queridos y queridas escritores y escritoras, muy respetados y respetadas nadadores y nadadoras, admirados corredoras y corredores... en lugar de emplear, como hemos hecho siempre el plural masculino para señalar a unos y otras. Las modas son pasajeras. Eso he oído decir siempre. Pero en este asunto me parece que se van a convertir en centenarias. Aunque yo no lo veré.