Sucedió durante un viaje a Ámsterdam, cuando apenas contaba 18 años, mientras acompasaba su vida a toque de tambor, acompañando al diyeridú (instrumento de viento de los aborígenes australianos) de su "colega". Así se ganaban la vida, como bohemios, hasta que su compañero se marchó. Desde entonces, ya solo, no recogía ni una mísera moneda y el azar quiso que descubriera a un malabarista español: "Aquel tipo vomitaba fuego y se pasaba antorchas por el cuerpo", y le pidió que lo enseñara. "Si quieres aprender, traga parafina y escupe", le contestó.

Moisés Ugidos Cedeño (La Laguna, 1986), conocido artísticamente como Muy Moi, no recuerda el número de quemaduras que sufrió hasta llegar a controlar el fuego, "aunque en el contacto con el público descubrí muchas más cosas".

A partir de ahí se alumbró su verdadera naturaleza de titiritero y también una convencida apuesta por la calle, "el mejor de los escenarios", dice.

El tinerfeño interpreta hoy su espectáculo en la tercera edición del Festival Nacional de Artistas en la Calle (Callejearte), que se celebra en la ciudad navarra de Azogra, una cita en donde se presenta con un número de variedades que mezcla cadenas, cama de clavos, algo de baile, también de manipulación y, por supuesto, su inseparable sombrero.

Pero Muy Moi no esconde que ha reído tanto como llorado, luchando sin descanso y a veces en soledad, "encadenado" a su condición de autodidacta: "Al principio me emocionaba con los trabajitos de animación nocturna que me salían en locales y discotecas de las Islas", y recuerda cómo cada noche, tras la función, "soñaba que era tan bueno que al despertarme podía dejar lo de camarero y vivir de mi propio show".

Su público de entonces lo formaban "turistas que sólo estaban preocupados de emborracharse".

Y así, entre garitos, hoteles y fiestas fue descubriendo cómo en la calle lograba conectar con la gente y hacer valer sus habilidades. "Entendí que es el formato de espectáculo en el que más cómodo me siento. Ahí sí me comunico de tú a tú con el público, sin barreras ni distancias", explica.

Para Muy Moi, y sin desmerecer otros escenarios , "la gente que acude a un teatro y ocupa una butaca parece predispuesta a contentarse, sin más. Por el contrario, al espectador de la calle hay que cautivarlo".

A pesar de la dureza y la ingratitud de la crisis, más afilada que los clavos y las espadas de de un fakir, durante los tres últimos años ha llevado su "show" a países como Dubái y Egipto, donde quizás regrese en breve, y paseado su nombre por festivales nacionales.

"En Europa existe una gran cultura del espectáculo callejero", explica un artista que mantiene vivo el espíritu del titiritero, en continuo viaje con su número y su sombrero, siempre de una calle otra.