Fue Walter Benjamin quien habló de la politización del arte y la estetización de la política. De lo primero era buen ejemplo el realismo socialista soviético con su epopeya industrial, de lo segundo los nazis con sus marchas, antorchas, fanfarrias, formaciones y uniformes.

El País Vasco estuvo tan politizado hasta hace unos años que se evitaba hablar de política, porque tenía muy poco de profana y civil. Curiosamente era como si la política hubiera sido desalojada del espacio público. El entorno de ETA, su frente civil, estaba adscrito a una estética muy marcada: cortes de pelo inverosímiles, aretes en las orejas, deportivas, grandes pantalones, pañoletas, matonismo con plena conciencia de dominar el espacio público. Había una subcultura de hegemonía de la calle. Lo que en unos era ostentación presencial, carteles, consignas coreadas, comentarios en voz alta, exhibición de determinada prensa, en los demás era discreción, disimulo, elusión y por supuesto silencio. Los comentarios indebidos no sujetos a la ideología dominante podían acarrear disgustos y según la localidad hasta la vida. Nadie en su sano juicio compraría el ABC en un pueblo de la Euskadi profunda o pondría una pegatina de la bandera de España en su coche. Supongo que esto seguirá sin poder darse. Una cosa es que el terrorismo haya desaparecido y otra que lo hayan hechos sus efectos. En cualquier caso, la desaparición del terrorismo ha supuesto el desplome de sus liturgias paralelas.

Para quienes conocemos bien aquella sociedad y vamos de vez en cuando, determinados fenómenos sociales no nos pasan desapercibidos. Lo más llamativo es que la estética abertzale, la que ostentosamente exhibía todos los signos de pertenencia e identificación, está completamente desaparecida. Y esto puede constatarse tanto en Bilbao como en San Sebastián y ya desde hace tiempo. Los jóvenes hinchas del Bilbao, que llevan las camisetas del club, no lucen ningún otro signo; por ejemplo, veo banderas del equipo y apenas ikurriñas.

Ahora se debate la narrativa que dará cuenta de los hechos de estos años. El conjunto del nacionalismo se refiere a una memoria de violación general de derechos humanos para incluir así a la extrema derecha y al Estado (la circunstancial guerra sucia). El intelectual vasco Joseba Arregi en su libro "El Terror de ETA" es capaz de deslindar la violación de esos derechos del intento de imposición totalitaria de una identidad obligatoria, monolítica, sin derecho a la diferencia; despojando previamente a las víctimas de su condición de vascos para marcarlos como apestados, lo que ya hizo el nazismo.

No deben exceder de 20 líneas y se identificarán con el nombre, domicilio, DNI y teléfono del autor. EL DÍA se reserva el derecho de extractar los textos. No se informará por escrito ni por teléfono sobre las cartas recibidas.