El gran e ilustre abogado don Ramón González de Mesa y Suárez Madan sufrió problemas de insomnio durante una determinda fecha, costándole muchísimo conciliar el sueño, hasta que un día en la televisión ve un "spot" publicitario que decía: "Dijo Soma y se durmió y al día siguiente en un hombre nuevo se convirtió". De inmediato llamó a su leal y fiel servidora María para que fuera a la farmacia Losada, que estaba frente a su casa, y que le comprara dicho medicamento. Fue María a la farmacia y la atendió Domingo Reyes (padre del actual presidente de la Asociación de Vecinos del Casco), que era mancebo y de profesión "pinchaculos", y que cuando le preguntaban acerca de las excelencias de cualquier producto siempre contestaba lo mismo, es decir, "tupendo", en lugar de "estupendo". Bien, al rato Domingo le dice a María: "Mire, dígale que con el nombre de Soma no existe ningún medicamento", siendo entonces cuando la doméstica regresa a la casa y se lo comenta a don Ramón, y este, pidiéndole perdón, dice: "Domingo tiene razón, pues después de que usted saliera para la botica me he enterado de que Soma no es un medicamento, sino un colchón. Por favor, vuelva a la farmacia y preséntele mis excusas".

Cuando murió don Ramón, dejó un testamento dentro de un sobre cerrado, indicándole a su hijo Ramón el lugar en el que estaba para, después de fallecer, su hijo pudiera encontrarlo y leerlo, como así sucedió, y en la dicha disposición testamentaria dejaba claro que su muerte, como era más que obvio, fuera comunicada solo a la familia y a nadie de la calle, excepto a su amigo y procurador Juan Oliva Tristán, padre de quien esto les narra.

Como mi padre no tenía teléfono, pues así decía que Hacienda no lo podía llamar, recibo muy temprano la llamada de su hijo, mi ilustre amigo, abogado y escritor Ramón González de Mesa y Machado, quien me comunica la triste noticia, pidiéndome que, por favor, avisase a mi padre, pues quería, tal y como dispuso el occiso, leernos el testamento.

Al rato recogí a mi padre y nos fuimos a la casa mortuoria, en la calle Bencomo, y que hace esquina con la de Los Álamos o Tabares de Cala, donde en un local, en su parte baja, tenía mi padre su despacho. Entrando, pues, en su casa, fuimos recibidos por su hijo, al que le expresamos nuestro pesar y que le acompañábamos en la esperanza.

El testamento era una verdadera pieza literaria, rebosante de fino ingenio, una verdadera joya que abordaba el tema de su muerte como una cosa de lo más natural del mundo, al punto (y hasta está mal decirlo) de que no tuvimos más remedio que descojonarnos, cual secuencia de una película de Buñuel, pues venía a decir, y ahora ya sí en materia, que la capilla ardiente no la instalaran en el salón principal, sito en el piso alto, pues, con la más que presumible presencia de muchísimos "fariseos" que acudirían para cumplir y quedar bien, los pequeños objetos de valor los afanarían fácilmente, guardándolos sin el menor recato posible debajo de sus amplios abrigos, de los que solo se salvaría el piano, por sus más que acreditadas dimensiones.

Don Ramón, en vida, siempre comentaba: "Ah, qué miedo y pánico me dan esas viejas casonas laguneras", dudando (y no sin razón) de la solidez de las mismas, por lo que dispuso -seguimos leyendo en el testamento- que lo velaran justo en el entresuelo, por encontrarlo más recio y era donde tenía el despacho de su hijo Ramón.

Se recoge en la disposición testamentaria que tenía verdadero terror a que si velaban en el salón noble del piso alto, este cediera con el peso de la marea humana que de seguro se formaría, de tal modo que todos cayeran al piso de abajo, caja y él incluidos, pudiendo haber víctimas y que curiosamente el único que estaría fuera de peligro sería él mismo ¡No me digan, y al mismo tiempo no me negarán, que era un ser excepcional!

Olivaradas: al célebre José Fuentes (paz descanse), propietario que fue de una célbre "borrachería" lagunera, cuando le preguntaban algo y no lo sabía, decía "pasaaapalabra". A Kike el Peta, cofundador y director musical de Los Sabandeños hasta que feneció, le encantaba decir: "No es lo mismo Catalina de Medicis que que me dichi Catalina".

*Pensionista de larga duración, elepé o long play, y fan de don Ramón González de Mesa, padre (paz descanse)