Es una especie de fauna que no podemos decir que esté en extinción. Más bien al contrario, se expande con la llegada de grupos políticos emergentes a las instituciones; sobre todo a los ayuntamientos. También a las diputaciones (aquí, cabildos) y a las autonomías.

Cuando los partidos políticos, hoy tradicionales, emergieron a la democracia que nos dimos o consolidamos con la Constitución del 78, ya empezó la aparición de esta especie "asesora" como consecuencia de falta de formación en bastantes de quienes habían sido candidatos electos. Les faltaba capacidad para desenvolverse en el complejo mundo de la administración que habían de gobernar. Esto se ha ido incrementando con el tiempo, dado que ha ido decayendo, lamentablemente, el bagaje profesional, cultural y aún cívico de muchos que constituyen las listas electorales cerradas y para lo que no necesitan otra condición que la capacidad de adulación al jefe.

De "asesor" manifiesta el DRAE en su acepción 2: "Dícese del letrado a quien por razón de oficio incumbe aconsejar o ilustrar con su dictamen a un juez lego". A estas alturas del desarrollo de la fauna y por múltiples hechos conocidos bien podría acoger la Real Academia otra acepción que dijese tal que "enchufado en la administración sin más currículo que pertenecer al partido político que lo inserta y siendo objeto de protección a la familia".

Con esta proliferación de asesores, que no pagan los asesorados, sino los ciudadanos contribuyentes, se ha producido una seria vejación a los funcionarios de carrera de las instituciones que sí tenían y tienen conocimiento y capacidad de asesoramiento a este o aquel político indiscriminadamente.

A uno le cabe la duda de para qué se presentan algunas, muchas, personas a ser elegidos dentro de una lista si son conscientes de que no tienen pajolera idea de lo que han de hacer y como tras la posible elección. Bueno, parte de la duda sí se despeja: hacerse con un medio de vida que, generalmente y para la mayoría, estará bien retribuido y sin esfuerzos y responsabilidades que en otro lugar les serían exigibles.

Vista la proliferación de la especie, a cargo del contribuyente, bien podría colegirse que lo mejor sería elegir directamente a los "asesores" y no a los políticos que luego se nutren de asesor para esconder su incompetencia. O para establecer la protección "familiar" o el clientelismo. Algunos millones en sueldos nos ahorraríamos.