Jinama es una atalaya privilegiada que posee la isla, y desde su altitud de 1.200 metros sobre el nivel del mar divisamos en todo su esplendor el valle del Golfo.

Desde Jinama se toca con la mirada el viejo muelle de Las Puntas, la finca de Agua Nueva y la recta de Los Llanillos, que nos conduce a Sabinosa hasta llegar a Arenas Blancas. Solo falta para engrandecerla los roques de Salmor; que no se nos escondan dejando su presencia solo para aquellos que los divisan de otro mirador esplendente como es el de La Peña.

El camino del descenso desde la ermita de la Caridad, bordeando la grietas de Gorreta, que de lagartos ancestrales guarda sus andares históricos de "mudadas" que los pueblos de la isla tenían que prodigar para mitigar sequías y falta de alimentos no solo para los animales, sino para las mismas personas.

Jinama es un referente de visita obligada para aquellos que por primera vez acuden al Hierro, y los herreños siempre mostraron el orgullo de una parte de su tierra que refleja el poderoso contraste cuando se arribaba al puerto de La Estaca, cuyo paisaje era ciertamente desolador, que no invitaba ir isla adentro con lo que desde Jinama se podía ver.

Jinama ofrece a la mirada uno de los espectáculos mas gratificantes que la isla guarda y que alguna que otra vez la celeridad de una espesa bruma lo oculta, ocasionando que la visita se viera frustrada. Aunque siempre quedaba el deseo del nuevo encuentro, como lo hemos hecho infinidad de veces.

Ahora cuando nos asomamos a su balcón , Jinama sigue ahí en todo su esplendor, aunque, eso sí, con algunas sombras que han secuestrado parte de su paisaje motivado por los plásticos de los invernaderos, que no dudamos que deben ser proyectados para salvaguardar de los malos tiempos y la buena producción de plataneras y mangos, pero sería necesario, para que Jinama no perdiera ese encanto de años, que se reconvirtieran esos plásticos que impactan a la vista en otros más disimulados, más camuflados que se integren en el paisaje y que apenas se note la discordancia entre lo natural y artificial.

Jinama está siempre a la espera de nuevos encuentros con su historia, cargada de herraduras, de sed en el camino y de empeños de contribuir al bienestar de una parte de la isla en veranos y primaveras, donde en el resto de El Hierro la vida se dificultaba.

Jinama sigue esperando a pesar de todo y estará siempre en disposición de que quien llegue a la isla no regrese sin su asombro, cargado de viejas leyendas, de esfuerzos humanos y como referente de una trashumancia obligada y enriquecida.